17: Los gemelos Sanderson

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Aquella noche de primavera, el cuarto de los príncipes fue convertido en un campo de batalla; divididos por el curso que había tomado la historia que les contaba su madre. Veinte cortesanas apoyaban a Sara y Margaret; quienes estaban al día con las aventuras de Aurora y Blancanieves, respectivamente. Pero otras veinte trabajadoras apoyaban ciegamente a Emil y Lucy; quienes les habían perdido la pista a Cenicienta, Belle y Nathanielle.

Hubo una guerra de almohadas, luchas entre las sábanas y algunos colchones volteados. Las carcajadas, gritos y cosquillas estremecieron la habitación de tal manera, que La Reina llegó a ellos más temprano de lo normal.

—Veo que han hecho un ligero desastre el día de hoy.

El cuarto estaba desordenado, con el relleno de las almohadas en el suelo y las camas de cabeza. Ella lo tomó suave y se relajó un poco. Sonrió tranquila.

Las cortesanas estaban sonrojadas, y los niños embarazados ante lo que traería sin duda una tremenda reprimenda.

«¡Oh esposo mío! Si hubieras visto tal desastre, seguro hubieras regañado a nuestros hijos —y volvió a sonreír en silencio—. Pero sabes que te encantaba... te encantaba verlos felices, saltarines e inquietos.»

—¿Alguien podría...?

—Mi Reina, disculpe usted tal desorden —como siempre; Megara abogó por el grupo completo—, es que los príncipes han entrado en conflicto gracias a sus historias.

Y La Reina volvió a sonreír con cierta suspicacia, tal defensa le pareció divertida.

—La princesa Sara y la princesa Margaret desean que se continúen narrando las cosas que ocurrieron en Shadowheart. Pero el príncipe Emil y la princesa Lucy desean saber qué ha pasado con el resto de los personajes de la historia... Incluso nos han exigido que les contemos algo sobre Cenicienta, Belle, Robin y Nathanielle Lang, pero lamentablemente; ninguna de nosotras posee su inmensa creatividad.

—Bueno, para nadie es un secreto que Blancanieves aún sigue bajo los efectos de La Manzana Dorada —rememoró la mujer ahora tomando asiento entre los cojines del suelo—. Sus amigas Belle y Cenicienta se han dividido para ubicar a Robin Hood, y que este les ayude a liberarla de la maldición que ha caído sobre ella.

"Robin está perdido, y es la idea del viaje de ambas; quienes se terminaron separando para buscarlo con mucha más velocidad. Y Nathanielle... ¿Recuerdan que les dije que estaba de viaje?"

Entonces sus cuatro hijos se sentaron alrededor de ella, mientras asentían. Las cortesanas le siguieron silenciosamente; ese era el único momento del día en el que La Reina hablaba abiertamente sobre sus maravillosas y fantásticas historias.

—El Príncipe Egoísta continúa en su viaje; a su debido tiempo comprenderán a qué se marchó y por qué...

Fue en ese instante cuando la cortesana nueva sirvió una copa de hidromiel a La Reina; se llamaba Menelao y era blanca, con los ojos rayados entre el marrón y el verde.

—No deberían estarse peleando por esas cosas, de hecho, no deberían estar dividiendo su hermandad por pequeñeces tan solventes —comentó la mujer con sus reflexiones de madre, mujer y reina—. He conocido a varios que se han confrontado innumerables veces, pero cuando resultan apartarse; terminan extrañándose los unos a los otros. El Rey y su padre son el más vivo ejemplo de mis palabras.

Y se puso cómoda, bebió un sorbo de su trago y dijo:

"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Sobre personas, sobre distancias y direcciones. Porque la ambición del individuo puede convertirse en la matriz de su éxito, pero también puede ser el peor error de camino a su propio destierro.

Cuentos de Luz OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora