Ese día el pequeño George había partido a casa, y La Reina tuvo que enfrentarse una vez más, a las impertinencias de la ausencia.
Sus hijos resultaron entristecidos, sobre todo por el hecho de que su primo no había terminado la historia que les había venido contando. Solo les daba datos durante las tardes y horas de comida, pero siempre esperaba hasta la hora apropiada para maravillarlos con su impresionante creatividad.
Sin embargo, La Reina había tomado las riendas de tan fantástico argumento, y ya había leído lo suficiente como para inspirar una continuación al complejo y entretenido relato. Esa noche había tratado de contentar a sus hijos por todos los medios, pero la tarea se le hacía cada día más difícil, y su esposo aún no regresaba de su largo viaje.
—Yo podría continuar si me lo permiten.
—Es que... Madre, tus relatos son buenos pero, George tenía uno pendiente con nosotros —dijo con crudeza Sara.
—Y eso sin tomar en cuenta las batallas, es que ya me imagino esa Guerra de Los Gemelos, ¿Por qué le habrá puesto ese nombre? —argumentó Lucy sin ánimos de ofender.
—Bueno, Berenice había leído unos naipes a Cenicienta —recordó La Reina—. Le llamaron así porque la carta de Los Gemelos fue el punto de partida en su predicción.
Entonces los cuatro niños asintieron dudosos, aunque a su lógica, tenía bastante congruencia.
Irían a dormir directamente, pero los cuatro comenzaron a saltar de una cama a otra, a remover las sábanas y lanzarse almohadas. Resultaron aburridos, así que unieron los lechos para demandar entremeses y licor para su madre.
—Está bien, cuéntanos algo madre —pidió Margaret con gesto de derrota.
—Haremos un trato esta noche —comentó la mujer con una idea entre cejas—. Les contaré la historia el día de hoy hasta cierto punto crucial. Si no les gusta; no seguiré los relatos y buscaremos otros métodos para dormirse. Pero si resulta de su agrado; haremos mañana una pijamada. Una en la que permanezcamos toda lo noche despiertos y en la que puedan escuchar un relato extenso y maravilloso.
Sara, Lucy, Margaret y Emil asintieron en inocentes gestos de desafío, y La Reina sonrió para poner manos a la obra. Bastaron minutos para que las cortesanas dejaran sus respectivas peticiones en las mesas de noche, y la mujer arregló la falda de su vestido para ponerse cómoda, bebió un sorbo de hidromiel y dijo:
"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Sobre una mujer que lo tuvo todo. Una doncella que maduró para convertirse en esposa, reina y madre a la vez. Aquella cuyo nombre era sinónimo de respeto, y cuyas acciones emanaban terror entre la gente. Una mujer desenfadada, compleja y versátil, que terminó muriendo por resultar blanda al amor.
Bárbara Lang ya estaba lista para la inesperada boda de su hijo, aunque el castillo negro, y hasta los rincones más absurdos de su fría habitación, estuvieran tan silenciados como cuando había muerto su hermano mayor.
Llevaba un vestido violeta, una capa oscura y guantes de cuero negro, todo para acompañar su soberbio maquillaje con un aspecto desafiante y peligroso. Estuvo pensativa desde que había vuelto a la vida, y lo único en lo que podía pensar era en la turbia discusión que había tenido con su único hijo.
Nathanielle le había reprochado una y mil veces su abandono, el haberse embarazado de su propio hermano y haber enredado al mundo entero entre sus flagrantes intrigas, y ella como recompensa, le devolvió su poder; discutiendo entre chantajes con Julia Troyan.
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Cuentos de Luz Oscura
FantasyUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...