"Durante los días que restaron, El Marino fue sometido a un viaje peligroso en las aguas del Mar Espigo. Simbad lo tripulaba día y noche, y sus hombres pocas veces dormían ante el apuro, el hambre y el peligro del trayecto.
Hubieron de enfrentarse a las Barracudas Azules, criaturas mitad babuino mitad calamar, con los dientes salidos y piel de molusco, que intentaron hundir el barco para electrificar a sus tripulantes, y así devorarlos con las extremidades tostadas.
El agite en los trigos acuáticos les llevó a caer en una zona llamada El Triángulo, y donde los peces y demás animales marinos podían salir del agua para viajar suspendidos en el aire. Un sitio donde el viento no soplaba las velas, y donde terminaron perdidos en medio del mar.
Fue después de doce horas que aterrizaron en una isla poblada de mujeres malolientes y de las cuales se decía estaban malditas. Las mujeres de la embarcación pelearon contra ellas, al descubrir que habían secuestrado a todos los hombres del barco. Para el final de la contienda, algunos tripulantes se casaron con ellas, como trueque para que El Marino pudiera seguir su camino.
Luego de eso, viajaron en las aguas del Triángulo para hacer una parada en otra de sus islas. En aquel lugar, una serie de hombres desnudos, de labios rosados y cuerpo lampiño, se hicieron con el control para someter a los pocos viajeros que quedaban. Entonces dieron de comer fruto de loto, y varios de ellos terminaron gordos y con los recuerdos olvidados.
Fue la joven de cabello bermellón quien logró ayudar a la tripulación de Simbad, y gracias a la ayuda de un desesperado Laertes, pudieron recuperar el barco, la libertad y sus recuerdos.
Fueron de paso por otra pequeña isla; una poblada por tribus cuyas casas parecían hormigueros, y donde sus nativos eran criaturas excavadoras y acostumbradas a las profundidades de la tierra. Sus casas eran chatas, con muros de arcilla y techos de paja, poseían entradas ovales, y las ventanas eran tan redondas que a simple vista producían risa.
Había pequeños caminos de rocas en todos los colores, y cosechas y árboles con edificaciones entre sus ramas. Los nativos eran Snabies, criaturas de pelaje colorido, extremidades con cuatro dedos y los ojos intensamente amarillos. Eran de todos los colores, contexturas y tamaños, pero también vagaban entre los distintos sentimientos de la humanidad, y a pesar de que fueron hospitalarios con los visitantes, algunos intentaron asesinarlos producto de los celos y la envidia.
Durante aquellos cinco días, de peligro latente y aguas concurridas, Simbad desarrolló una cercanía notable con la joven de cabello bermellón, tanto como para invitarla a sus cenas personales, dedicarle constelaciones de estrellas y hasta relatarle las más grandes de sus aventuras por el mar.
Él se había enamorado de ella, pues su belleza, su elegancia y su actitud, eran tan impecables que apenas y podía resistirse. Pero la muchacha, que en realidad eran cuatro personas en una, permanecía cada vez más abrumada e inquieta con su cambio.
Juliet Pownfried, nombrada así por la primera mujer en la familia del capitán, era una guerrera nata, pensadora astuta y hechicera de magia blanca. Sin embargo, los estragos de las cuatro Elegidas fueron heredados por sus entrañas, y la demencia de Blancanieves, las desdichas de Cenicienta, los conflictos de Aurora y las confusiones de Belle, le llevaron a convertirse en una persona inestable, alterada y muy poco cabal.
De pronto, aquella extraña en la que las doncellas se habían fundido, era una persona distinta, y tan diferente a ellas que desarrollaba su propia personalidad, sus propios temores y hasta sus propios amores.
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Cuentos de Luz Oscura
FantasyUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...