36: La Bruja del Oeste

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"El Santorus Black llegó a las costas de Endingtopia, y lo que Aurora vio en el horizonte, fue tétricamente doloroso. Fuego, humo, desolación, cadáveres, esclavos, destrucción y tinieblas. Sobre LoudRia estaba esa nube verde, la misma que la había cubierto durante La Guerra de Los Gemelos; opacándolo todo, ennegreciendo el cielo y ocultado estrellas, lunas y soles por igual.

La Elegida podía escuchar los relámpagos, truenos y centellas de su poderosa magia escarchada. Y había un aire de pena, temor y tristeza; como si la más poderosa de las maldiciones hubiera caído sobre el continente entero.

La gente moría de hambre, la magia se limitaba a sus grandes consortes y los suburbios estaban totalmente destruidos. Mariposas negras volaban en busca de flores, y los pájaros Chupahuesos hacían fila entre los cuervos, para alimentarse de las carnes de los hombres.

Sintió una rabia que la carcomía de adentro hacia afuera, y tuvo ganas de llorar ante tanta culpa, pero se resistió. Ahora era más fuerte que antes.

—Es aquí —dijo Barbanegra, y acto seguido, sus piratas desembarcaron con el barco atracado entre la arena de la orilla.

Al fondo estaba el castillo entre muros de piedra; ese que en su tiempo fue el más dorado y esplendido de todos los demás, pero que ahora estaba sumergido en un bronce apagado, corroído y súbito. Había sido el hogar de Aurora por muchos años, y dónde sus padres han debido estar en lugar de la bruja a la que esperaban.

La Elegida estuvo nerviosa durante la espera, pues había escuchado ciertas cosas sobre la hechicera que gobernaba en el oeste. Era cambiaformas, poderosa, irracional y vengativa. Su historia le sonaba familiar, y había esclavizado a los Winkies para emprender la búsqueda inútil de su propio hijo.

Estuvo a espaldas de Jonas Pearl, y detrás de ella habían ubicado la caja de tamaño humano, el saco donde tenían al Espantapájaros y las cadenas que ataban al hombre mitad león. Hasta la tripulación terminó atemorizado, pues aquella bruja no perdonaba, no fallaba y nunca perdía; tal y como el humo verde lo predecía.

Bastaron minutos, para que un hada Cambiaformas apareciera entre los humos de un destello carmesí. Era una dama aterradora; de tez pálida, bata aceituna y cabello castaño. Iba raquítica, y con las cuencas oculares profundas. Empuñaba su cetro de calavera negra en la punta, y que del otro lado poseía el filo de una hoja; ancha y puntiaguda. Pero esta vez, lucía un broche a la altura del pecho; esa Hoz de Neptuno que La Bruja del Sur había regalado a Aurora. Ella lo notó.

Estaba acompañada por criaturas espantosas; de esas totalmente verdes. Que tenían escamas en el cuerpo, pechos peludos y plumas que abarrotaban sus espaldas. Poseían cabello de cardos, dientes afilados y garras en los cinco dedos de manos y pies. Eran cadavéricos, y sus ojos parecían refulgir en el brillo de una luz carmesí.

No era así como Jonas recordaba a los Winkies, pero sabía que durante las noches, aquellas criaturas felpudas, se transformaban en portentos atemorizantes. Capaces de destruirlo todo y acostumbrados a beber los fluidos de sus cabras.

Morgana sonrió ante el éxito de la nube sobre su cabeza. Con su cambio había venido el control absoluto de Endingtopia y la parte oeste de todo el continente, había logrado su venganza contra los padres de La Bella Durmiente, y se había hecho con un ejército de monstruos que ella misma había creado.

Ocurrió una vez, que El Hada Oscura arribó Yata en la búsqueda inútil de su hijo perdido. Amenazó y devastó cada rincón de la isla, pero al verse frustrada, desencadenó una Maldición Cambiaformas sobre sus pobladores; convirtiéndolos en monstruos durante la noche, y perturbados arrepentidos durante el día.

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