Cuando aquella anoche despertaron a La Reina, ella predijo lo peor entre tantos males, y es que su intuición de madre le llegó a decir en sueños que las cosas no andaban bien con uno de sus hijos.
Megara, Menelao y otro poco de cortesanas, aparecieron a las puertas de su habitación para darle una noticia desesperante y amarga; Margaret había desaparecido.
Contaron que la niña había salido del castillo precediendo una sombra blanca y con alas de cuervo, que parecía hipnotizada y que no paraba de decir el nombre de su padre con la mirada ida en un punto sin fijar.
La Reina, quien estuvo tranquila la mayor parte de la historia, rompió a llorar en silencio tras asomarse a los balcones del Salón de Té. Afuera llovía tan fuerte que las copas de los árboles eran arropadas por miles de gotas de agua, el horizonte había sido apagado por la neblina, y los rayos, relámpagos y centellas hacían crujir el cielo en sonidos atroces y desesperantes.
—Suplico esté tranquila, mi Reina. Ya los cazadores, los perros y los mejores caballeros están en los jardines y sus alrededores. —Menelao llevaba la séptima taza de té a la señora, solo Megara permanecía junto a ella.
—¿Puede estar una madre tranquila sabiendo que su hijo corre peligro? —preguntó la mujer, pero las cortesanas agacharon la mirada sin decir nada.
«Es solo una niña —pensó con los ojos aguados—. ¿Por qué nuestro pasado habría querido arrastrarla a él?»
Hubo un momento de silencio en el que La Reina recordó los errores de su esposo, sus faltas y las del resto de ambas familias.
«Si tan solo lo hubiéramos hecho mejor —y rompió en llanto—. ¿Por qué Dioses míos? ¿Por qué nos castigan de tal manera? ¿Con un hijo? ¿Nos despegas de nuestra propia sangre? ¡Oh mi rey, como me gustaría que estuvieras conmigo! Pero no puedo someterte a semejante dolor, yo debo encontrar a nuestra hija.»
—Deberían traerme un poco de hidromiel. La noche está fría y necesito mantenerme cálida unas horas más.
—Mi Reina debería descansar. Amanecerá y su hija llegará aquí sana y salva —Megara trataba de serenarla.
—Imposible —dijo certera La Reina—. Una mujer podría cerrar sus ojos en cualquier momento, pero cuando es madre, nunca llega a descansar ante los peligros de sus propios hijos.
—Vaya que es cierto, reina mía. —Menelao era madre y su hijo acostumbraba a enfermarse durante las primaveras anuales.
La Reina les regaló una sonrisa tranquila, se tumbó en el diván de la sala y se puso cómoda. Al poco rato, ambas jóvenes se presentaron con dos botellas de hidromiel cada una, y ella bebió tres copas apenas respirando.
Entonces suspiró con profundidad, cerró los ojos y esbozó quieta:
"He llegado a saber, ¡Oh señoras mías! Sobre una prisión aterradora y solitaria, aquel castillo de Nightmareplace que convirtió a la más poderosa de las hadas en un manojo de magia negra. Allí donde las más retorcidas pesadillas saltaban a la realidad, y donde solo una mujer había logrado sobrevivir.
Morgana, El Hada Oscura, había sido exiliada por el rey Magbeth luego de haber encantado a una pequeña Aurora, pero desde entonces se había dedicado a forjar su brutal venganza; porque había secretos enigmáticos en su haber, y la ausencia de un hijo que convertía su corazón en entera y dura piedra.
Aquella noche oscura y solitaria, el frío amenazaba con quemarle la piel pálida, pero ni siquiera tuvo miedo de ello, porque había dado con todas las piezas de un complejo rompecabezas. Ahora solo le quedaba armarlo correctamente, y que la verdad por fin viera luz ante sus ojos.
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Cuentos de Luz Oscura
FantasyUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...