"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Sobre una pesadilla que la atormentaba. Su hijo varón era devorado por las sombras, Rumplestiltskin aparecía saltarín para reclamar su premio, Nathanielle la rechazaba, Arturo la señalaba y ella lloraba profundamente.
Cenicienta había pasado las noches en zozobra, y mientras le crecía el vientre, crecía también su preocupación. En ese sueño, un demonio de colmillos, piel blanca y cabello negro, le decía al oído que jamás tendría a su hijo porque así lo revelaban las profecías, y porque su propio esposo lo había comprometido.
La Elegida se despertó acalorada; sudaba y respiraba rápido, había visto el rostro de aquel curioso demonio por primera vez. Ya había escuchado su voz anteriormente, y de hecho, el grupo completo había tenido pesadillas con él, sin embargo, no le preocupó nada más que saber a su hijo en peligro.
«Por favor Dioses, no permitan que mi esposo siga con esta locura —y entrelazó las manos para cerrar los ojos. Los tenía aguados—. Se lo pido a ustedes, por favor, eviten lo que deban evitar. Les suplico. Les suplico...»
Escuchó un par de sonidos fuera de la pequeña carpa y se desconcentró. Hacía varias semanas que Las Elegidas habían encontrado al ejército de Magbeth, pero estaban en polémica de líderes, ya que Aurora quería hacerse con el control sin prestar atención a las recomendaciones de nadie.
Cenicienta salió de la carpa con las manos en el vientre, y lo tenía más abultado que la última vez que notó alguna diferencia. Recordó a Nathanielle y el sueño donde sostenía un varón en las manos, entonces sonrió con nostalgia fugazmente.
«Me habría gustado vivir feliz con toda mi familia. Me pregunto qué hice mal.»
Afuera había cientos de carpas naranjadas, forradas en cuero marrón, y cosidas en hilo amarillo y grueso. Las Siete Hadas Protectoras, o más bien seis de ellas, habían utilizado sus habilidades para encantar el espacio y que los sonidos de la forja y la herrería, nunca se escucharan en el interior de ellas.
Había hombres fornidos y de actitud imponente, caminando de un lado a otro. Algunos pulían sus armaduras de nacarado amarillo, otros bebían al ritmo de la música y algunos de ellos jugaban a las barridas mientras sus compañeros gritaban.
«Por lo menos se la pasan bien. —LoudRia sabía que tarde o temprano llegaría la batalla final por el Gran Reino, y había demasiada tensión como para ignorar que solo la muerte de alguno de los bandos, podía cumplir las predicciones del Oráculo—. Maldito cantante, si no hubiera sido por él, no estaríamos pasando por tantos problemas.»
Cenicienta se odió a sí misma por un par de minutos, pero odió aún más el hecho de que El Oráculo le hubiera destruido la vida a ella y sus compañeras. Caminó un par de metros hacia las carpas más grandes y al cabo de hacer señas a sus vigilantes, se internó en ella.
Belle y Blancanieves la miraron con extrañeza, Aurora seguía discutiendo con Arturo, y David, Robin y Hanzel agacharon la mirada con profunda incomodidad. Ahora la futura reina parecía más bien una vampiresa; con los labios violeta, los pómulos oscuros y una apariencia demacrada y hermosa.
—No, es que no es importante que tengamos elefantes. En Endingtopia hay suficientes carros de guerra para trasladarnos. Solo tendríamos que hacer una pequeña escala —Aurora estaba sumergida en el mapa sobre la mesa frente a ella.
—Las escalas no pueden hacerse, ya se lo dije —Arturo parecía enfurecido—. Nathanielle y todos sus lacayos han recuperado aquello por lo que tanto tememos. Un solo chispazo y nuestro ejército quedará reducido a cenizas.
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Cuentos de Luz Oscura
FantasyUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...