48: Futuro que viene

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"Cuando llegó el tercer día, a las personas que cuidaban del bebé les pareció que el reloj de arena, se estaba tragando las horas como una boa hambrienta. El que peor la pasaba era el niño, quien predecía con su llanto un triste y trágico destino.

Cenicienta experimentó los contratiempos del cansancio, sin embargo, obligó al equipo completo a salir del alcance del Bosque Arcoíris, e ir directo a Riverbrook en busca de ayuda, a pesar de que Oshen había recomendado incansablemente que debían esconderse en lo profundo de la Tribu Paliar.

Sea como fuere, la mañana pasó rápido, y cuando el sol vaporoso de la tarde los sorprendió, decidieron descansar. Saigo y Spot prepararon frijoles, y consiguieron agua mientras las mujeres arrullaban al infante. Hubo discusiones entre los cuatro, pues el par de ladrones que habían incendiado el bosque, habían dejado a muchos preocupados.

Al enano le pareció haberlos visto en alguna parte, y para La Elegida, el rostro del Piromante le era bastante familiar. Oshen no tenía idea de quienes se trataba, así que dejó la conversación al cabo de molestarse. Pero el samurái más joven sabía quiénes eran, lo que hacían y a qué habían venido. No los veía como malas personas, pero definitivamente no serían del agrado de su maestro, en cuanto este se enterase.

Sintieron el suelo vibrar.

—La gente dice que Riverbrook se ha convertido en el campo de caza de los gigantes —comentaba Spot mientras comía—, será mejor que nos desviemos. No creo que sea un buen lugar para esconderse.

—Allí están David y Belle, estoy segura de que van a ayudarme —argumentó con terquedad Cenicienta. Caminaba con su hijo en brazos.

—Sea David, Belle, ambos o ninguno, nada podrá ayudarte contra Rumplestiltskin. Debemos conseguir el nombre del pequeño o esconderlo muy bien. Riverbrook no es el mejor lugar para ir —intervino Oshen al cabo de sentir otro temblor.

—Todo lo contrario —reparó Saigo ido en el horizonte—, el tiempo está por terminarse y cuando eso pase, El Maestro vendrá a buscar al niño a como dé lugar. Lo mejor que pueden hacer es esconderse entre los gigantes, porque es seguro que buscará respuestas en los tres.

Sintieron otro temblor, esta vez más fuerte que los dos anteriores.

—¿Qué tienen que ver lo gigantes en todo esto? —preguntó Spot ahora nervioso.

—Son inmunes a la magia. Mi maestro no les teme, pero nos ha dejado claro que les debe infinito respeto. No se atrevería a desafiar a uno solo, mucho menos a una manada entera.

Cenicienta y Oshen se miraron casi a punto de idear un plan para preservar al niño, pero no tuvieron tiempo de cruzar alguna palabra.

Un gigante más alto que los sauces alrededor, lanzó un manotazo sobre los viajeros. Era raquítico, de un solo ojo y con los dientes reventados. Le faltaban par de dedos en la mano atacante y sus orejas eran puntiagudas como las de una hiena. Vestía en pieles de elefantes, y la piel lila parecía habérsele quemado de tanta insolación.

El samurái desenvainó sus dos catanas, saltó, y trepó un árbol cercano para iniciar su ataque. La Bruja abrió fuego lanzando tremendos chispazos explosivos de sus manos.

El gigante rió en seguida, derribó a Saigo y trató de pisar a Oshen. Cenicienta y Spot intentaron huir, pero el suelo se sacudió como si de una ola se tratase. Uno de los brazos de las criatura escarbó entre la tierra para embestirlos con agresividad, y estos terminaron cayendo en medio de una fosa.

Cuentos de Luz OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora