"Aquel era el pasillo más ancho de todo el castillo, y se suponía que era el más iluminado hasta antes de la emboscada. Pero aquella noche estaba penumbroso, quejumbroso y desolado; como si la batalla ya hubiera terminado en su extensión.
No se escuchaban ni las espadas, ni las catapultas, ni los gigantes, ni los gritos. Parecía estar encantado, casi como cuando Los Jinetes aislaban a sus presas para asesinar. Pero no era así, ni fue así y nunca lo sería, pues el destino conspiraba esta vez para hacer más íntimo el último encuentro.
A pesar de la desolación, se seguía sintiendo una pesadez sobrenatural, y el temor, la zozobra y el miedo, impregnaban sus aires negros como un gas venenoso y mortífero. Cuando las cuatro Elegidas se encontraron, estuvieron cansadas, obstinadas y al mismo tiempo resignadas.
Cenicienta venía desecha, Blancanieves se sostenía de la pared con una herida abierta, Aurora estaba preocupada, y Belle tenía una crisis de llanto que parecía no superar. Esta última lloraba y suplicaba a los Dioses que el momento llegara; morir por fin para no tener que someterse a la partida de David.
Aurora trataba de darle ánimos, mientras Cenicienta besaba por última vez a su amado Arturo. De todas, la que vio el final más largo y tortuoso fue Blancanieves, quien aún no revelaba su herida causada, y a quien un mortal veneno comenzaba a enfermarle la mente; con alucinaciones y voces inexistentes.
—Logré sacar a mis hermanas de aquí —reparó la nueva reina.
—Tuviste suerte. Apenas y pude ayudar a David —se reprochó Belle entre lágrimas. Estaba tirada en el suelo.
—La idea era que ellos no estuvieran aquí —reparó Cenicienta, refiriéndose a Arturo y Hanzel—. ¿Cómo es que los han traído hasta este punto?
—Dije a tu novio que se marchara con su gente, pero no quiso escuchar —aclaró Blancanieves harta de los contratiempos. Los músculos le dolían.
—¡Debiste insistir!
—No, tranquilas —intervino Arturo—. Fue nuestra decisión quedarnos hasta el final. Si han de morir, entonces lo harán con nosotros.
—No debemos desesperarnos. Lo mejor será estar serenas para hablar con él —dijo Aurora notando que Blancanieves apenas y podía ponerse en pie.
—¿Qué más da? —siguió Belle.
—No ha sido sencillo para ninguna, lo sé. Pero no podemos darnos por vencidas todavía. Debemos asegurarnos de que ellos y el resto de los caballeros que permanecen en el castillo, van a estar bien.
Y allí estaban, cuatro hermosas jóvenes que habían madurado con las desavenencias del destino. Cuatro doncellas que se habían vuelto mujeres; cuatro vidas que hasta esa noche llegaban.
Las Elegidas se juntaron empuñando cada una, una espada. Se miraron las caras y se aferraron a los designios de los Dioses. Y vestían iguales; con botas, pantalones y chalecos de cuero negro, ataviadas por caperuzas de un color tan rojo como la sangre misma, y tan delicada como sus intuitivas miradas.
Los únicos varones que las escoltaban iban cada uno a sus espaldas; uno con martillo en mano y el otro con la Excalibur en las suyas. Tan asustados como ellas, y tan resignados como cualquiera del continente.
Esa sería la última vez que lo enfrentarían; la última noche que se verían, y la última oportunidad de enmendar los enredos de aquel al que ahora debían llamar "rey". Fue Nathanielle Lang la peor pesadilla en el trágico sueño, ese que con sus intrigas logró despedazar sus vidas como colmillos a la carne, ¿ahora se rendirían? ¿Terminarían por fin arrodilladas ante él?
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Cuentos de Luz Oscura
FantasyUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...