35: Los mares de un hombre

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"Aurora fue llevada a las mazmorras del castillo, allí donde el frío era más insoportable. Había vientos huracanados, nieve, bajas temperaturas y hielo en las paredes.

La muchacha se resistió un par de veces, pero el mismo Elliot la lanzó contra la paja blanca, para terminar cerrando las rejas muy cerca de su cara. Aurora se levantó del suelo para patear las paredes, empujar los barrotes y comenzar a maldecir, ¿Qué habrían dicho sus padres si la hubieran visto en semejante situación?

Se le habían olvidado todos los protocolos nobles, y había pasado por alto que nació siendo una princesa. La chica cayó al suelo mientras apretaba paja entre los nudillos, pero en la oscuridad, notó que no estaba sola.

Había un joven con ojos de tela pura, y que carecía de uñas y nariz. No tenía cabello, y estaba hecho de paja y harapos mugrientos; era El Espantapájaros. Permanecía triste en un rincón, justo donde se filtraban más los vientos fríos. Del otro lado había un hombre mitad león. Con los ojos verdes, el cabello rubio y cuerpo lampiño. Sus facciones iban finas, y sus orejas eran parecidas a las de un gato, era Zacharias Roarblack.

—¿No eres una de Las Elegidas?

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Aurora con desconfianza.

—Me llamo Saggie —respondió El Espantapájaros—. Soy hermano del Arlequín.

Aurora le quitó la nieve del cuerpo y le ayudó a ponerse de pie. Él, el león y una tercera persona en los calabozos, tenían desde el humo verde entre rejas, incluso se habían implantado acontecimientos sobre sus capturas, sus fugas y los supuestos crímenes.

Saggie le detalló el rostro e inmediatamente la abrazó con lágrimas en los ojos. Se arrodilló, clamó a los Dioses y le besó las manos en síntoma de gratitud. Era un milagro que una de Las Elegidas hubiera vuelto de entre los muertos para salvarlos a todos.

—¿Sabes? Llegué a conocer a una de tus amigas.

—No eran mis amigas —aclaró Aurora—. Solo eran mis compañeras de viaje.

—Bueno, ella era La Princesa Misteriosa —comentó Saggie rememorando la vez en la que Morgana lo atrapó en el bosque. Había sucedido antes de la nube; y lo recordaba perfectamente—. Ella me salvó del Cisne Negro y Los Monos, pero lamentablemente, nunca tuve oportunidad de agradecerle.

Pero La Bella Durmiente no quería hablar. Le parecía tan doloroso recordar a sus compañeras, que todo estuviera perdido y que la única que quedara era ella... Se sintió frustrada por un momento, y sus ojos se aguaron levemente.

—También conocí a una Elegida —el hombre mitad león se acercó a ellos. Era enorme, casi del doble de contextura que El Espantapájaros—. Estuve en Gaia cuando su sobrino fue secuestrado por ese mismo Arlequín del que hablan. Pelee contra ella, y... me enamoré de su hermana.

Pero fue él quien resultó el más marchito y amargado de todos. Su esposa Scarlett, había sido asesinada por los hombres de La Bruja del Norte. Un acontecimiento que a esas luces jamás había podido olvidar, y que la nube verde avivaba cada noche, durante sus pesadillas.

La Elegida se acercó a la penumbra y sintió una respiración tosca, gruesa y tranquila; sonaba más bien como los ronquidos del viento. Y se asustó un poco.

Era una Caja de Pandora, de esas que se utilizaban para mantener a personas dentro. Pero era grande, ancha y con un par de orificios de los lados, para que su cautivo pudiera respirar. Tenía algunos grabados en Bestiary, que Aurora no pudo entender, y también una serie de tallados como bombillos, relámpagos, lámparas de aceite y relojes de arena.

Cuentos de Luz OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora