Aquella noche, cuando La Reina se adentró en la habitación de sus hijos, se encontró con una sorpresiva escena; las hembras estaban dormidas. Solo el pequeño Emil la esperaba al pie de la chimenea, con las muñecas de sus hermanas y el títere que su madre le había obsequiado noches atrás.
La mujer soltó una sonrisa sorprendida y pensó quizás que sus pequeñas estaban demasiado agotadas por los juegos del día. Megara y Menelao habían sacado provecho de los cuentos que La Reina relataba, para inventar juegos y métodos de entretenimiento durante sus horas de trabajo.
Le dio gusto saber que sus niños volvían poco a poco a la rutina, así que respiró profundo y se sentó al lado de su prodigio varón.
—¿Ocurre algo, hijo mío? —La Reina notó que su pequeño estaba ojeroso, agotado y con los ojos rojos del sueño.
—Quiero escuchar la historia, madre.
Ella sonrió complacida y volvió a ponerse de pie para rescatar una copa de hidromiel en la mesa de noche. Luego volvió a sentarse.
—Podría contarte todas las que quieras, pero no sería justo puesto que ahora tus hermanas duermen.
—Madre, pero Margaret y Sara disfrutaron por completo de los relatos de Shadowheart —Emil sonaba envidioso—. Quiero que mi doncella favorita haga cosas igual de sorprendentes.
La Reina apretó los labios con presunción, y trató de escudriñar ligeramente a su hijo. Sabía que no era nada buena la envidia, pues conocía una historia sobre ella.
—Las hazañas emocionales muchas veces tienen más mérito que las físicas —dijo—. Voy a contarte una historia esta noche, pero a cambio quiero que mañana a primera hora le cuentes a tus hermanas... Y si quieres, podrías agregarle ciertos detalles.
—¡Gracias, madre! —exclamó Emil y se lanzó sobre ella para abrazarla con fervor.
La Reina rió en voz baja y pidió silencio, recordándole que sus hermanas ya estaban dormidas. Entonces se puso cómoda, bebió un sorbo de hidromiel y dijo:
"He llegado a saber, ¡Oh hijo mío! Sobre un joven que lo tuvo todo. Que fue hijo, príncipe y Rey; y cuya valentía no pudo ser opacada ni por la más oscura de las luces. Un joven de belleza inigualable, de astucia impredecible y de voz respetable.
Tuvo un reino, el amor del pueblo y las bendiciones de los Dioses. Disfrutó de los mejores profesores, los mejores consejeros y las más grandes fiestas que se hayan podido hacer en su nombre. Solo una cosa dejó de tener, y era por ella que envidiaba tanto al Príncipe Egoísta, pues la magia nunca tocó su puerta, y su sueño siempre fue ser un poderoso hechicero.
El Rey Arturo era, junto a David, uno de los Reyes más jóvenes de todo el continente. Sus tierras comprendían Goldville y aquellas minas que tantos prodigios le habían permitido. Era un muchacho rubio, de ojos verdes y sonrisa pequeña. Siempre iba con trajes y armaduras doradas, la piel pulcra y un gesto amable.
Tenía la misma edad que Nathanielle Lang, y de hecho, el Rey Midas había sido como su padre, cuando los suyos murieron por culpa de un gigante. Pero desde niño, El Rey Envidioso había desarrollado una enorme y corrosiva rivalidad con El Príncipe Egoísta, solo porque uno poseía la magia que el otro tanto anhelaba.
Merlín fue testigo de eso y se apartó, Ernie fue testigo de eso y se apartó, la gente también fue testigo de todo aquello y se apartaron. Arturo era devorado diariamente por la sed de superación, quería ser mejor que Nathanielle; mucho más querido y más respetado. Pero para ello requería solo de una cosa; magia.
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Cuentos de Luz Oscura
FantasyUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...