La recámara de los príncipes fue ataviada con cientos de arreglos forales para la ocasión. Había ramos, macetas, buqués y demás creatividades en cuanto a flores se refería. Pero las rosas rojas y blancas parecían estar en todos lados; semiabiertas y con un brillo impresionante.
La Reina había demandado rosas para su relato de aquella noche, y Megara, Menelao y las demás, cumplieron con absoluta determinación. Había pétalos sobre las camas y el suelo, mientras el ambiente era aromatizado con algunas sales, para dar un tono silvestre, cálido y relajante.
Aquella hermosa, voluptuosa y sonriente madre, se preparó. Estaba dudosa de contar aquella versión preparada a sus hijos; sobre todo porque tenían muy corta edad, pero siempre había sido honesta con ellos en cuanto a realidades de la vida, y más aún si serían reyes y reinas alguna vez. Debía decirles la verdad.
Se recostó sobre la cama, arregló la falda de su vestido y se puso cómoda. Entonces bebió un sorbo de hidromiel, se aclaró la garganta y dijo:
"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Sobre una fiesta elegante, pero horrorosa al mismo tiempo. Donde la imaginación volaba hasta las estrellas, y el deseo de la carne y la pasión, llegaban a límites excesivos. Una fiesta donde los nobles callaban, comían y fornicaban; como si de animales se tratase.
Las Elegidas fueron transportadas a los jardines del castillo de Riverbrook; ese donde El Rey David permanecía. Estaba poblado de llamas y osos hormigueros, algunos árboles de arándanos y cientos de naranjos con frutos que parecían a punto de explotar. Había lirios, gladiolas y claveles entre los arbustos de hojas azuladas, algunos canarios revoloteando de una fuente a otra, y tres o cuatro aguiluchos sobrevolando el cielo.
Aquel castillo parecía de arcilla decolorada, pero en realidad era un tipo de piedra que cambiaba de tono con los rayos del sol; durante el día era marrón, por las tardes naranjado, y cuando caía la noche se veía amarillo. Rara vez ocurría que llovía y las torres, ventanas y puertas se tornaban oscuras; lo cual hacía que el castillo se pintara de gris. Y durante los eclipses, los solsticios y crepúsculos, siempre adquiría un color rojo único en su tipo.
Belle iba de camino a la entrada recordando cada momento vivido en su antiguo hogar, y no pudo evitar afligirse un poco ante la nostalgia que le producía. Blancanieves, Aurora y Cenicienta se miraron las caras para cubrirla, había demasiado silencio, y no se habían topado con ninguno de los caballeros del Rey.
—¿Están seguras de que hay gente aquí?
—Oh no... —Belle notó que los cocineros llevaban una bandeja repleta de comida afrodisíaca; de esa compuesta por huevos de víbora, testículos de caballo y cientos de camarones frescos.
Hacía mucho que no veía nada singular, y de hecho fue en una de esas fiestas que había conocido al amor de su vida. Cierto día, en el que Scarlett iba a laborar al castillo de Riverbrook, Belle decidió seguirla; y fue cuando descubrió que su trabajo solo consistía en vender su cuerpo.
Fue un golpe bajo para ella, y hasta aquellos días se lo reprochaba. Scarlett le prometió que se alejaría de ese mundo, pero que nunca dejaría de trabajar para David, porque era un Rey, y porque pagaba demasiado al Gamba Roja, por aquel exquisito servicio de prostitutas.
—¿Estás bien? —le preguntó Aurora.
—No. Hay que darnos prisa...
La Elegida guió a sus compañeras hasta lo profundo de los jardines, pues lo conocía como la palma de su mano. Se internaron en las cloacas y recorrieron varios kilómetros; dos veces izquierda, una derecha, luego subir, bajar, girar al fondo, entre las luces y sobre las rejillas de los patios.
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Cuentos de Luz Oscura
FantasyUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...