15: Las maravillas de Shadowheart

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Y definitivamente los niños estaban expectantes esa noche cálida. Habían durado todo el día preguntando a su madre, abordándola durante las horas libres y tratando de dormir por más tiempo la siesta; para poder permanecer más despiertos el tiempo que durara el relato.

Pero La Reina era inteligente, y a pesar de responder la mayoría de sus interrogantes, siempre los dejaba con un halo de intriga ciega. Le gustaba que sus hijos se distrajeran; que se escondieran en su mundo de fantasía para que la ausencia del Rey no les afectara tanto.

Pero en el fondo, ella lo extrañaba. Suplicaba a la luna todas las noches que le devolviera lo que le había arrebatado, duraba horas rezando a los Dioses para que devolvieran a su esposo sano y salvo, y escrutaba entre la servidumbre del castillo en busca de tan siquiera una carta de su amado.

«Porque la tortura no sería dolorosa sin el filo de un puñal —y lloraba en secreto; aferrada a su almohada y con el cuerpo desnudo—. Porque así como la magia, el amor tiene un enorme precio. Nos hacemos dependientes; me hice dependiente de ti, amado mío. De tus besos, de tus caricias, de tu apoyo y de tu presencia. Nunca imaginé lo que sería de mí si no estuvieras, pero me pregunto eternamente si piensas en esta mujer que te añora con todas sus fuerzas.»

La lejanía hacía dudar a aquella hermosa Reina, pero no permitió que sus temores salieran a la luz durante los momentos que compartía con sus hijos. Siempre lucía una sonrisa, hablaba segura y reflexionaba inteligentemente; no había mujer en LoudRia tan determinada y confiada como ella. Por eso la amaban.

Por eso amaba a sus hijos y lo demostraba de tal forma, que hasta ella misma había sido tragada por el impresionante mundo que había construido. La magia atrapaba a los cinco durante el tiempo que duraban los relatos; y el dolor, la angustia y la zozobra se difuminaban en su corazón con las luces oscuras que salían de su boca, convertidas en palabras.

"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Sobre un reino grandioso, donde las plantas eran enormes, los animales hablaban el idioma humano y la magia corría con el riesgo de una peculiar singularidad.

Shadowheart era conocido por ser el laberinto mágico más grande del continente; con sus más de mil puertas, zonas inexploradas y una magia que solo le permitía a los niños y doncellas vírgenes entrar en sus tierras. Era un lugar donde las flores cantaban, los mares nunca terminaban y la extensión no tenía fin.

Un lugar donde los árboles daban magia y oxígeno al mismo tiempo, donde los sonidos nunca paraban, donde las sorpresas jamás terminaban y donde "lo distinto" era capaz de enloquecer hasta a la persona menos creyente sobre la tierra.

Era un reino peligroso, atractivo y provechoso. Con un olor a humedad silvestre que impregnaba la ropa, criaturas inimaginables y personas cuyo juicio era nublado por los excesos de sus tierras. Era un lugar hermoso, sin duda alguna, y el reino más envidiado de toda LoudRia; pero estaba fuera del alcance de cualquiera, y vivió así, hasta que ciertos acontecimientos cambiaron su trayectoria...

La Reina de Corazones se llamaba Grethel, y había sobrevivido a La Bruja Comeniños hacía un par de años, justo después de que ella y su hermano mayor huyeran de casa. Había estado en lugares como El Bosque Vivo, e incluso había logrado superar las dificultades del Bosque Rojo.

Cierto día, ella y su hermano lograron interceptar al Conejo Blanco, quien les dijo que en Shadowheart serían felices, y le siguieron a través de su madriguera para llegar a dicho reino. Ya allí, Un arlequín mentiroso los obligó a visitar a La Reina Roja y luego de llegar a un acuerdo; los vendió para negociar su libertad.

Cuentos de Luz OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora