Esa noche, antes de contar su relato, La Reina había obsequiado a sus hijos una caja de duces y muñecas de trapo que ella misma había cocido con la mejor de las telas. Sara, Lucy y Margaret recibieron una versión miniaturizada de Aurora, Belle y Blancanieves respectivamente, y estas las recibieron para peinarlas y adornarlas con retazos de lana roja simulando las caperuzas de las que su madre les había contado.
Pero la muñeca de Emil era diferente; estaba hecha en madera, con algunos cordones en el cuerpo y las extremidades unidas con tachuelas. Tenía el cabello dibujado en pintura negra y una curiosa nariz que entraba y salía de su cabeza para simular crecer.
A los cuatro niños les llamó la atención semejante obsequio y empezaron a hacer preguntas entre inocentes imprudencias.
—¡No! —exclamó La Reina —¡Emil, cariño. Sabes que no puedes jugar con fuego!
Reprendió ella justo antes de que su hijo introdujera su regalo en la chimenea encendida.
—Madre, habría preferido a Cenicienta de regalo —le reprochó él al tiempo que volvía a las cuatro camas unidas para cruzarse de brazos—. Ella es mi favorita y es mucho mejor guerrera que cualquiera de las demás.
Sus hermanas lo miraron en silencio pero con un gesto ofendido. Y su madre le abrazó para intentar contentarlo.
—Cariño, algunas veces debemos ser agradecidos con lo que recibimos de los Dioses —le dijo—. Luego te daré el juguete qué pides.
Y Emil la abrazó contento.
—Pero no se me olvida que te acercaste a la chimenea. Sabes que no me gusta que estés tan cerca del calor.
—Madre, pero me gusta jugar con fuego.
—Y deberías jugar con tu muñeca —saltó Sara con prematura madurez.
—No, cariño. No quiero que vuelvas a intentar algo así, pues...
"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Sobre una persona en el mundo que jugó al fuego y las muñecas al mismo tiempo. Como es de suponerse, la tela abrazó al fuego, o el fuego quemó las telas, pero cualquiera que fuera la posibilidad; sus consecuencias resultaron impresionantes.
Delfina era una bruja, y los encantamientos le resultaban una tarea fácil a su edad, comprendió que si era más diestra con los niños la solución estaba en tratar a sus enemigos como tal.
Con un poco de Nevazúcar de la Inmadurez y Polvoreo de Tamaño logró crear la mezcla de un bizcocho con la habilidad de convertir a todo aquel que lo probase en infantes prematuros.
Hizo cuatro perfectos ponqués y los decoró con Masa Atractiva para darles los colores rosa y azul oscuro a sus decorados con caras de fantasmas. Los rellenó con Chocolate Blanco, Chispas de Chocolate sin Sabor y tiñó el color del bizcocho a un marrón tierra para hacerlos irresistibles. Colocó sirope de fresa sobre cada uno de ellos y les dio el toque final con el punteo de una Cereza Mágica, la cual iniciaría el trance una vez en digestión.
Dos días después, Las Elegidas se encontraban recorriendo el Bosque Precioso, ese donde los animales eran mezclas híbridas de unos con otros, la fauna era de piedras preciosas y el agua estaba saborizada. Tenían sus acostumbradas caperuzas rojas y aún seguían preocupadas por el paradero de Robin Hood.
Habían recorrido gran parte del continente en solitario, pero afortunadamente no habían tenido mayor altercado desde la noche en la que Hilarion las atacó. Ninguna notó que La Bruja Comeniños las observaba entre los arbustos con hojas de esmeralda, así que cayeron directo en su mentirosa trampa.
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Cuentos de Luz Oscura
FantasyUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...