Capítulo 1

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Hugo Palacios Roo, un hombre acaudalado, dueño de una empresa de seguros en Venezuela, despierta una madrugada en un cuarto de hotel con su amante y además secretaria totalmente bañada en sangre, pues había sido asesinada a puñaladas.

Él, sorprendido y asustado salta de la cama, confundido, aturdido por aquella dantesca escena, que sin duda, le rompía el corazón en mil pedazos, pues sentía algo hermoso por Leticia, su íntima secretaria.

Desesperado, toma el teléfono de la habitación para llamar a la policía, y de repente, la puerta es derribada por funcionarios de la policiales, quienes apuntándolo con un arma le gritan -Quieto! No te muevas o disparo!-.

Hugo, sin saber qué hacer sólo decía -Yo no hice nada, se los juro. Cuando desperté ya ella estaba muerta-. Los oficiales de la policía, incrédulos, lo arrestan, le hacen saber sus derechos y dan inicio a la recolección de evidencias, pero todo apuntaba que el único culpable era Hugo.

Transcurren unas horas, y al amanecer, la esposa de Hugo, la Señora Manuela De Palacios, se despierta, y ve el lado de su cama vacía, una vez más su esposo no llegó a dormir. -Dónde estará ese desgraciado? Seguramente revolcándose con la zorra de su amante-, se pregunta exasperada y llena de rabia, pues sabía perfectamente que Hugo le era infiel con otra mujer.

Se dispone Manuela a preparar el desayuno, mientras sus dos hijas, Carla y Laura Palacios de 10 y 4 años respectivamente dormían aún. Enciende el televisor y en el noticiero transmiten el macabro asesinato ocurrido en un prestigioso hotel de la ciudad. El
Narrador dice: Se presume que la hoy occisa fue apuñalada brutalmente por su pareja, identicado como Hugo Palacios, dueño de la famosa y prestigiosa aseguradora Palacios & Asociados C, A.

Manuela, impresionada deja caer de sus temblorosas manos una jarra con agua. -No puede ser! Es mi esposo!-, exclama asombrada y sin aliento.

-Qué te pasa mami?- Pregunta su hija Carla, la mayor al verla temblando, asustada y desesperada.

-Nada!- Respondió Manuela, al mismo tiempo que apagaba el televisor, evitando que su hija viera la noticia.

Iban pasando las horas y Hugo no recordaba nada, ya había sido interrogado por varios detectives encargados del caso y su respuesta siempre era: -Sólo recuerdo que llegamos, cenamos, hicimos el amor y no logro recordar más nada, es como si me hubiesen borrado la memoria-, decía aún confundido.

Los detectives reciben una llamada del laboratorio donde estududiaron las evidencias recolectadas en la escena del crimen. Un detective de apellido Cáceres, entra a la sala de interrogatorios y le dice a los demás, incluyendo a Hugo: -Los estudios al arma homicida arrojaron que son sus huellas, indudablemente usted la asesinó. Queda arrestado por el homicidio de la ciudadana Leticia Castro, todo lo que diga puede ser usado en su contra, tiene derecho a una sola llamada, tiene derecho a un abogado, y si no cuenta con uno; el Estado se lo asignará.

En la estación de policía; Hugo rompe en llanto -Les juro que yo no fui, cómo iba a matarla si yo la amaba, tienen que creerme, les estoy diciendo la verdad, no iré a ningún lado hasta hablar con mi abogado-, decía alterado y agobiado.

Llegaba la tarde de aquel asesinato que había estremecido a la sociedad, y que por supuesto, ya estaba en boca de todos. Hugo, quien había movido sus influencias, consiguió que lo encerraran en una celda a él solo, para no tener que lidiar con los peligrosos criminales que pagaban condena en esa cárcel.

Tras horas de espera, le dan el derecho a una llamada, Hugo sin pensarlo llama a su esposa Manuela, tomando en cuenta de que tal vez ya estaba enterada de todo lo que había sucedido. Marca el número y se escucha el tono, en unos segundos Manuela atiende -Si? Quién habla?-. Hugo hace un silencio sepulcral, había quedado sin voz, transcurren unos diez segundos y dice: -Soy yo, Hugo. Estoy detenido en la cárcel-.

Manuela quedó sin palabras, estuvo a punto de colgar la llamada, pero le contestó: -Para qué me llamas? Tú mismo haz buscado esto, ojalá te pudras en la cárcel. Mis hijas y yo no queremos verte jamás, para nosotros estás muerto-. Manuela sin mediar colgó la comunicación

Desesperado, Hugo comienza a llorar, lamentando todo lo que estaba sucediendo. El policía, quién al verlo así, le concedió otra llamada, pero le exigió que por su bien llamara a un buen abogado, porqué el único sospechoso es él y le podrían dar hasta unos 30 años de cárcel.

Manuela, sumergida en el dolor, le cuenta todo lo que está pasando a su hija mayor Carla, y a su vez la pone en contra de su padre con el único fin de que lo odie y lo deteste por haber hecho lo que hizo.

Mientras tanto, Hugo se comunica con un abogado, amigo de la familia, llamado Luciano; para que se encargara de su caso, y ver, si podría salir bajo fianza u obtener algún beneficio.

Este horrendo crimen, ya se estaba regando como polvora y la prensa amarillista tildaba a Hugo como: "El Asesino del Hotel", y especulaban de la terrible condena que podría recibir por el asesinato que había cometido.

Estando en la celda que le habían asignado, recibe la primera visita, la de su amigo y abogado Luciano. -Hermano, ¿Cómo estás? ¿Cómo te metiste en todo esto?- Hugo respondió: -Hermano, yo no la maté, te lo juro. Esto ha sido una locura, tienes que creerme ¡Yo no la asesiné, yo la amaba! -Calma Hugo- Le responde Luciano, y a la vez le promete defenderlo y demostrar su inocencia para que pueda salir libre.

Hugo le agradeció y le comentó que Manuela, su esposa, no lo había visitado, y que además, se comunicó con ella, lo rechazó y le dijo que no quería volver a verlo.

Carlota Palacios, hermana de Hugo, se encontraba fuera del país resolviendo unos asuntos de negocios, ella no es la típica joven adicta a las redes sociales y al internet, así que la noticia la recibió llegando al aeropuerto cuando, como de costumbre, compra su periódico favorito. Ella quedó impactada, los nervios la atacaron y decidió llamar a Manuela, pero era en vano, no contestaba. Tomó un taxi y fue directo a la mansión Palacios para saber todo lo que sucedía.

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