Capítulo 12

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Carlota y Luciano se esconden debajo de la mesa para no ser descubiertos por la persona misteriosa que entró a la oficina, quien reviso, y se retiró.

-Dios mío! Por poco nos descubren! Exclamó Carlota.

-Yo creo que era el guardia de seguridad. Rápido, guardemos la información y nos vamos! Dijo Luciano.

Carlota guardó todos los archivos que encontró en el computador de su esposo Dario y se marcharon cuidadosamente.

En la mansión de la familia Palacios, Dario buscaba a su esposa Carlota. No la encontraba.

-Carmen, has visto a Carlota? Pregunta Dario.

-No señor, ella no ha llegado todavía, respondió Carmen.

Dario, aprovechó que su esposa Carlota no se encontraba en casa y decidió ir a un bar a tomarse unos tragos. Cuando iba de salida se topó frente a frente con su cuñado Hugo.

-Cuñado! Cómo estás? Al fin nos encontramos a solas para poder hablar, dijo Hugo.

-Yo no tengo nada que hablar contigo, respondió esquivo Dario.

-Te equivocas cuñado, claro que tenemos mucho que hablar. Ve olvidando que tú seguirás al mando de mí empresa, pronto yo seré el dueño nuevamente de todo lo que es mío, y tú volverás a ser otro simple empleado, dijo Hugo.

Dario lo enfrentó diciéndole que eso pasaría sobre su cadáver. Hugo le dijo que ya vería quien saldría ganando en todo esto.

Isaac, llegó a saludar con cariño a Carla, su prometida, pero ésta lo rechazó, recordando la infidelidad que había cometido.

-Déjame! Quiero estar sola Isaac, dijo Carla.

-A ver! Qué te pasa mi amor? Qué tienes? Preguntó intrigado Isaac.

Carla, aguantando la rabia y los celos le dijo que no pasaba nada, y le pidió que saliera de su habitación de inmediato.

Al siguiente día, Anselmo se encontró a Hugo en el jardín. Le pregunta si iba a desayunar en el comedor o en el jardín. Hugo le respondió que lo haría en el jardín, puesto que la mañana estaba fresca. Anselmo se retira y se dispone a servirle el desayuno a Hugo.

Laura, a quien todas las mañanas le gustaba caminar por el jardín, se encuentra a su papá. Le dio los buenos días y un fuerte abrazo. En ese instante llegó Carla, como siempre con su mala actitud a dañar el momento.

-Asco! Cómo puedes abrazar a un asesino? Dijo Carla.

Laura, casi se le va encima y le pidió que se callara. Hugo, la atajó, pidió que no discutieran y le recalcó a Carla que era tan diferente a él y tan igual a su madre.

-Si, gracias a Dios no soy igual a ti, tú no eres digno de tener una hija como yo, y por favor te agradezco en el alma que no te atrevas a llamarme hija; me das vergüenza. Con permiso. Dijo Carla.

Hugo, al escuchar estas dolorosas palabras rompió en llanto. Laura lo consoló y le decía que no la culpara, Carla es así por culpa de Manuela, por inyectarle tanto veneno y decirle cosas horribles de él.

-Manuela no tiene perdón de Dios. Es una mala mujer, un ser sin corazón, dijo Hugo aún llorando.

Laura lo abrazaba tratando de calmarlo, mientras Carla los observaba de lejos y se reía.

En la empresa Palacios iba llegando Dario, y un guardia de seguridad le da la bienvenida y los buenos días, preguntándole si había tenido mucho trabajo ayer. Dario, pensativo le pregunta por qué, y el guardia de seguridad le dice que había sentido algunos ruidos en su oficina, pero entró, revisó y no vio a nadie. Dario, quedó aún más intrigado por lo que le había dicho el señor de vigilancia.

Dario, fue de inmediato a su oficina a revisar.

Julia, estaba conversando con su esposo Fidel, preguntando qué pensaban hacer para impedir que Hugo regrese como presidente de la empresa. Fidel, mientras terminaba de vestirse le responde que no sabía, pero que harían hasta lo imposible para no permitirlo. Julia, le comentó que Hugo es un hombre muy misterioso, su presencia da miedo y ojalá se vaya pronto.

Luz, llegó a su consultorio, saludó a Perla, su secretaria y le preguntó si ya tenía pacientes. Perla le responde que si, que un señor la espera. Cuando Luz entró a su consultorio se da cuenta que el señor que la espera es Hugo Palacios. Ella se asusta, y le pregunta qué es lo que quiere, que hable o va a llamar a la policía.

-Llámela, no estoy haciendo nada malo. Sólo quiero que me ayude a descubrir a mi esposa, sé que Manuela oculta algo y usted lo sabe, así que quiero saberlas. Exigió Hugo en tono amenazante.

Luciano, llegó a la empresa a la oficina de Carlota para saber si había revisado los archivos que habían guardado del computador de Dario.

-No, no quise hacerlo yo sola. Vamos a revisar los dos juntos, respondió Carlota.

Cuando empezaron a revisar descubrieron que Dario, Fidel y Manuela tenían cuentas millonarias en el exterior y negocios de tráfico ilícito de drogas con varios narcotraficantes de Venezuela y otros países.

Ambos, no salían de su asombro por tan dantesco descubrimiento, cuando de repente a la oficina entró Dario sorprendiéndolos.

En el consultorio de la Doctora Luz, Hugo seguía presionándola. Luz le recalcaba que no podía hacerlo, eso era antietico.

-Yo recurrí a la hipnosis para saber muchas cosas, y son muy graves, dijo Luz.

-Entonces necesito saberlas Doctora, necesito saber por qué ella me abandonó, por qué jamás me ayudó, preguntó Hugo.

Dario, quien había sorprendido a Carlota y a Luciano en su oficina les preguntó por qué tenían esa cara.

-Parece como si hubieran visto un fantasma, dijo Dario.

Luciano, como pudo cerró los archivos y quitó el pendrive. Carlota, trató de distraerlo diciéndole que no sucedía nada.

Dario, le comentó que el guardia de seguridad le comentó que le pareció ver a alguien muy tarde en la noche entrar a su oficina. Carlota, tratando de ponerse nerviosa le pregunta que por que le comentaba eso a ellos.

Dario, metió su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un arete.

-Es que encontré este arete tuyo en mi oficina hace rato, dijo Dario.

Carlota, miró a Luciano, presa de los nervios y sin poder decir palabra alguna.

El Precio del Silencio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora