Capítulo 20

972 47 2
                                    


Me encontraba admirando aquellas vistas que su apartamento ofrecía, hermoso en verdad, mi reflejo demostraba lo absorta que estaba en mis pensamientos, aun no podía creer que aun conservara mi vestido aquí, ni yo misma lo recordaba, me llegaba un poco más arriba de la rodilla, su falda era volada, el torso se ajustaba perfectamente a mi cuerpo, era azul marino con lunares blancos, recogí mi cabello en una coleta alta, lo peor de mi conjunto eran los zapatos, tendría que soportar los tacones este día, y aun no podía creer que Edward háyase mentido, me había deslindando y se había deslindado del trabajo para estar juntos y yo no me encontraba para nada disgustada por el hecho, estúpidamente me había privado de el por más de seis meses, no planeaba seguirlo haciendo.

-Listo – Dijo a mi espalda, volteé a verlo, subí mis piernas al sofá para girarme enteramente hacia él, sonreí al verle, siempre apuesto aun con lo más común y ordinario.

-¿Sabes que estas guapísimo? – Sonrió.

-Lo sé – Dijo presuntuoso, se encogió de hombros - ¿Qué podemos hacer contra eso? – Solté a reír, acto seguido le lance un cojín, lo atrapo ágilmente y lo devolvió, se acercó a mi sorprendiéndome, robo un beso fugaz y sonrió.

-¿Qué planeas? – Dije hurgando, besé sus labios fugazmente.

-Raptarte... Secuestrarte, recluirte, retenerte – Reí contra sus labios.

-Eres un diccionario de sinónimos andante – Mordió mi labio inferior delicadamente.

-El punto es que te quiero solo para mí – Alce una ceja y lo mire.

-Pues aquí estoy – Dije extendiendo mis brazos, el me miro serio por unos segundos, se inclinó sobre mí.

-Y no hay nada que me haga más feliz – Sonrió.

-¿Entonces? – Dije volviendo al tema anterior, él suspiro y se quedó pensativo por unos instantes.

-Primero muero de hambre, ¿Tu no? – Pregunto entusiasta, esa última palabra clave fue el detonante para una gran revolución de hambre, mordí mi labio inferior.

-A comer – Dije saltando encima del sofá, solo escuché sus risas, partimos de su apartamento en cuanto mi última frase salió de mis labios. Desayunar con Edward era un poema, era un niño consentido y mimado, lo peor de la situación, yo lo mimaba más.

-¿Quieres algo más? – Dijo mientras bebía el último trago de jugo en su vaso, sonreí y negué repetidamente, me encontraba satisfecha.

-Estoy... Satisfecha – Dije colocando mis manos en mi vientre, ascendió.

-¡Oh vamos! – Dije llamando a la chica que nos había atendido – Falta el postre – Por poco mis ojos abandonaban mi cara. La chica llego de inmediato hacia nosotros, se miraba cierto entusiasmo por parte de ella, por estar cerca de nosotros, cosa que me ofuscaba.

-Señor – Sonrió ella a Edward, él pidió postres, pero mi mente solo se basaba en mirar a la chica, mirarla solamente, sonreír si los músculos de mi rostro me lo permitían, no podía culparla, Edward provocaba ese efecto en cualquiera, aun lo provocaba en mí.

2H

Mírame y dime que noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora