Capítulo 1

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Los débiles rayos del sol caen sobre las calles de la Veta, las cuales están llenas de gente cansada y la típica capa de polvo que cubre esta zona del distrito.

En realidad no importa que día de la semana sea, la Veta siempre luce de la misma manera por las mañanas. Y en general, todo el tiempo.

Continúo mi camino hasta que llego a la pradera. Sigo avanzando, y finalmente llego a la alta alambrada metálica rematada con bucles de alambre de púas que separa a este lugar de los bosques.

Antes de atravesarla, me tomo un instante para escuchar con atención si hay algún zumbido que indique que la valla está cargada.

Normalmente pasaría la alambrada sin asegurarme si está electrificada o no, pero últimamente he sido más precavida debido a la situación que hay en el distrito.

Entrar a los bosques siempre ha sido ilegal y la caza furtiva tiene el peor de los castigos. Pero, desde lo que sucedió en los últimos Juegos del Hambre, he decidido ser más cautelosa para venir a cazar.

Hace casi un mes, un chico de 12 años, que provenía de la Veta, fue asesinado brutalmente por uno de los tributos del Distrito 2. Recuerdo que los padres del niño se encontraban en la plaza mientras eso sucedió, no lograron controlarse e iniciaron un alboroto.

Los que se encontraban ahí los apoyaron, y comenzaron una revuelta contra los agentes de la paz. Ellos intentaron calmarlos, sin éxito, pero después de muchos intentos, los obligaron a quedarse callados. Y por fortuna, no hubieron ejecuciones públicas.

Después de ese altercado, los agentes de la paz se han vuelto más estrictos. Por lo que todos debemos ser más cuidadosos.

Me escondo detrás de un grupo de arbustos, y paso por debajo de la tira que lleva suelta varios años.

Paso entre los árboles, tomo el arco y carcaj de flechas que siempre escondo en un tronco hueco y me dirijo al punto de encuentro dónde me espera la única persona con la que puedo ser yo misma.

Subo por las colinas hasta llegar a un saliente rocoso que tiene vista al valle.

Sonrío al ver de pie a quien ha sido mi compañero de caza por todos estos años, y con quien puedo ser yo misma.

La verdad es que nunca sonrío, sólo aquí en el bosque.

—Catnip —me saluda Gale cuando me ve.

Noto el cansancio en su cara, y no es para menos. Él pasa toda la semana trabajando en la profundidad y oscuridad de las minas de carbón. Sólo los domingos descansa, y aprovecha su único día libre para venir al bosque temprano.

Desde que él entró a trabajar en las minas, yo he sido quien se encarga de venir al bosque todos los días. Reviso las trampas, cazo, recolecto, y después intercambio las presas en el quemador, muy pocas veces a la zona de comerciantes.

Nuestro trato sigue intacto, y siempre le doy la mitad de todo lo que consigo. Lo que gana no es suficiente, y en su casa hay demasiadas bocas que alimentar, por lo que no tengo problema con seguir haciéndolo.

Aunque él nunca lo menciona, sé que detesta estar en las minas. Y preferiría mil veces estar aquí en el bosque cazando. Pero no tiene opción.

A comparación de él, yo podía elegir entre el bosque o ayudar a mi madre y a Prim con la gran cantidad pacientes que llegan diario a casa. Pero la verdad es que no tengo sangre de sanadora, en realidad nunca la he tenido.

Simplemente no soporto cada vez que llega algún enfermo o herido. Es por eso que decidí seguir siendo quien se encarga de llevar la comida.

—Logré atrapar un conejo en lo que venías —levanta a la presa tomándola de las orejas, y la guarda en la bolsa de caza.

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