Los gemelos Channy

204. Consejo de amigo

Emmanuel

Visualizo esas bellas piernas, ese largo cabello rubio, tan lacio que cuando sus dedos lo tocan, se nota la dedicación que le pone al peinarlo.

Adelaine se despide de su hermana y va en dirección al curso B, sonrío cuando pasa por mi lado.

—Hola.

Se sobresalta pero intenta ignorarme, se gira cuando la sigo, así que frunce el ceño.

—¿No tienes otras cosas mejor que hacer? Acosador.

—¿Acosador? —hago puchero —pero si vamos a la misma escuela.

Se da la vuelta.

—Como sea.

Esta vez no la sigo y me quedo mirándola. De repente siento un pinche en mi espalda, me aparto y me río cuando lo veo.

—¿Cuando vas a dejar ese tenedor?

—No sé, es divertido —Bruno sonríe de manera macabra —¡Voy a pinchar al mundo!

Lo golpeo en la cabeza.

—No puedes andar pinchando a la gente porque sí.

—¡Ay, me dolió! —pone cara triste.

—Yo no caigo con esas —le aclaro.

—Tengo una pregunta —levanta la mano como un niño con curiosidad —¿Te gusta la bruja?

—¿La bruja? —hago una pausa —¡Ah! —le pego otra vez en la cabeza —Bruno, las personas tienen nombre ¿o acaso yo te llamo...? No se me ocurre nada —me río.

—Buen punto, pero te dije que no confiarás en ella y no me hiciste caso —mueve el dedo, reprendiendome.

—¿Y qué me hizo si se puede saber? —pregunto seriamente.

Se queda pensativo, se rasca la cabeza confundido y luego se la golpea.

—Es cierto, nada —hace puchero —pero...

—¿Sabes por qué estás enojado con ella?

Levanta una ceja.

—¿Por qué es una estúpida?

—Porque te quito a tu hombre.

—¿Qué hombre? —se sonroja.

—Al que me cae bien —sonrío.

—No sé de que estás hablando —se cruza de brazos y mira para un costado intentando ignorar lo obvio.

—No te preocupes, podrás arreglar todos tus problemas con Tyrone cuando me lleve a Adelaine para mí —me giro tranquilamente chiflado y comenzando a caminar.

—¡¿Qué?! —grita y me sigue —¡¡Eso no es verdad!! —camina a mi lado mientras su cara está completamente roja.

—Ustedes tienen que arreglar sus diferencias, yo me encargaré del resto.

—¡¿Qué diferencias?!

—Por empezar, les falta comunicación. Me contaste su historia ¿Recuerdas? Y por lo que note, la confianza en su pareja era débil. Necesitan una conversación larga y tendida —levanto un dedo —y muy seria, nada de jueguitos.

Se revuelve el cabello.

—¡¿Eh?! ¡¡No quiero escucharte!!

—Me estás siguiendo, así que quieres mi consejo. Pues ya te lo di —le guiño el ojo —ahora espero que lo implementes.

—¡Pues ya no te estoy siguiendo! —me señala y sale corriendo —¡Adiós, mal amigo!

Me río.

—Eso no se lo cree ni él.