Intro: Padre nuestro

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-Padre nuestro, que estás en el cielo,

santificado sea tu Nombre;

venga a nosotros tu reino;

hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

Perdona nuestras ofensas -hizo una pausa, tragó saliva y continuó- como también nosotros perdonamos a quien nos ofende. -Su voz se detuvo abruptamente cuando los breves ecos de pisadas resonando en el suelo de piedra se hicieron presentes. Una a una, como si marcaran la cuenta regresiva para una sentencia. Y cuando se detuvieron justo detrás de él, cerró los ojos, manteniéndose sereno como le habían enseñado.

-Continúa- Dijo en un tono grave la persona a su espalda, mientras una sonrisa perversa se dibujaba en su rostro.

No respondió, se quedó estático, manteniendo su posición de rodillas frente al pequeño altar, con las manos juntas y enfrente de su pecho, aunque por dentro su respiración comenzaba a tornarse por demás impaciente.

-Dije que continúes- Insistió la voz sobresaltándolo ligeramente, y tras tragar en seco, suspiró discretamente, con una impotencia irreal creciéndole en las entrañas.

-No... nos dejes caer en tentación...- Musitó en tono tembloroso, que se arrastraba entre sus dientes.- y... líbranos del mal... -suplicó- Amén.

Cuando la última palabra salió de entre sus labios su cabeza fue jalada hacia atrás de forma abrupta, tornando su respiración pesada y nerviosa, y aquella persona, sin tener la mínima empatía por su nerviosismo siguió tirando hacia atrás, obligándolo a alargar el cuello. Su manzana de Adán se movió impaciente debajo de su piel, esperando, mientras rogaba porque nadie entrara en la parroquia en ese momento.

-Si fuera tú, dejaría de rezar. No parece servir de mucho.- Dijo en un tono burlón su verdugo, mientras sus labios y su nariz repasaron la blanca piel de su cuello, absorbiendo de forma infame el aroma que desprendía.- "Líbranos de todo mal" es lo que has pedido pero... Yo sigo aquí.- Sonrió.

La casa del árbol - NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora