Parte 29: Los votos

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"-Buen Dios, déjame darte mi vida..."

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Dieron las 4.. las 5... y después las 6... pero Namjoon no apareció, no apareció cuando tuvo que levantarse a bañarse, no apareció cuando muerto de sueño recibió a los feligreses para misa de 8, no apareció durante la misa, no apareció después de ella, y así, una tras otra las horas se desvanecieron entre llamadas a su celular que no fueron contestadas y tiempo roto, desesperado, hasta que sin fuerza alguna llegó a la casa del árbol, y temblando, dándose por vencido se arrastró hasta los cojines, para comenzar a llorar amargamente, y ahí se acurrucó, metido entre sus rodillas como un niño que intenta protegerse en vano, y cerró los ojos, sintiendo el ardor del aún recién hecho tatuaje en su pecho, ese que representaba lo más hermoso, lo más doloroso de su vida.

Tal vez para Namjoon la puesta de ese traje había hecho que pusiera los pies en la tierra, tal vez verlo de esa forma hizo que el menor se pudiera dar cuenta de lo mal que estaba todo, de lo que se echaría sobre los hombros si seguía con esa relación, de los problemas... de las complicaciones, y había decidido terminar con ese sueño efímero, dejándolo como tal vez solo un amor de verano, como un amorío más entre un desconocido en un pueblo y Jin lo comprendía, porque era totalmente lógico y justificable que ese sueño tibio en el que ambos se encontraban se hubiese roto de repente, como una burbuja de jabón.

Por eso lloró, lloró por horas hasta que sus ojos sintieron hincharse de sangre, hasta que su cara cubierta por aquella capa salina pidió piedad, y hasta que sus labios, secos, hambrientos, no pudieron seguir sollozando, y de ese modo, sintiendo la penumbra de la noche caer sobre la casa del árbol se quedó dormido, deseando que cuando despertara todo estuviera bien, aunque sabía que nada de eso era ya posible.

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El olor de una lámpara vieja de queroseno llegó hasta sus fosas nasales, y consigo trajo el recuerdo de la primer escena morbosa que había visto en su vida, esa en donde una doncella sollozaba casi al punto del colapso, siendo fornicada por un demonio, ese de marcas paganas cubriendo su cuerpo, ese de anillos metálicos perforandole los labios... ese ... que tenía el color de la tierra fértil cubriéndole la tez, por eso abrió los ojos lentamente, viendo la pared de la casa del árbol iluminada por ese color amarillento, el cual sólo era interrumpido por una sombra de perfil, que sentado detrás de él expulsaba una bocanada de humo espeso, y después suspiraba, como si ese cigarrillo le diese fuerza, y con el aroma del tabaco quemado llenando sus sentidos decidió voltearse sólo un poco, encontrando los ojos hermosamente rasgados de lo que en tiempos pasados había representado un demonio.

-N-nam...- Dijo con voz pequeña, pero el menor, sentado a su lado ni siquiera se inmutó, permaneció en silencio, con los codos recargados en sus rodillas abiertas, con el cigarrillo agarrado apenas por sus dos dedos, y que en silencio fue a parar a su boca una vez más, dejándole llenarse el cuerpo con humo negro para después soltarlo al techo, pensativo.

-Yo...-Dijo por fin, con voz titubeante y al mismo tiempo seria, firme.- quería que supieras... que lucías hermoso con ese traje...

La bruma dentro del estómago de Jin le llenó la entrañas, y las hizo nudo, enmudeciendolo, no sabia que es lo que el menor pretendía con aquella frase, quería que se soltara a gritarle como siempre, que lo tomara con violencia diciéndole que tendría que hacer lo que sea que él ordenara, quería que le dijera que aquí quien mandaba era él y que... nunca usaría ese traje, pero en cambio estaba ahí, con una sonrisa agridulce, diciéndole que el traje lo hacía lucir hermoso, y eso lo mortificaba.

-Nam...

-Ven...-Interrumpió, haciéndole un ademán de que se incorporara y fuera a su lado, y el mayor obedeció, llegando junto a él sin poder levantar la mirada, y tras ello Namjoon suspiró, alargando la mano para ofrecerle el cigarrillo.- Hoy... voy a enseñarte a fumar...

La casa del árbol - NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora