Parte 36: Cinta métrica

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La lluvia no cesaba, y parecía estar vinculada al llanto de Namjoon, porque al igual que ella no se detuvo, continuo empapando el pecho de Seokjin, metido entre sus brazos como un niño pequeño y asustado, y SeokJin, completamente empapado, con el paso de las horas solo pudo sentarse en el lodo del suelo, temblando, con el cabello escurriendo y sin traverse a mover a su amor siquiera un centímetro, sin decirle palabra alguna.

No había manera en que pudiese comprender su dolor, después de todo SeokJin nunca había perdido a alguien así, porque había prácticamente nacido en el orfanato, pero se imagino por un instante lo que sería si el padre Seejin muriera, Si la madre lee o... Ken... hubiesen muerto. Y definitivamente pudo pensar, al menos lejanamente como es que el cuerpo de Namjoon se hallaba destrozado, por dentro y por fuera.

Había caído ya la noche, y la lluvia por fin pudo parar, pero Namjoon seguía renuente a moverse, al menos hasta que una persona llegó con una manta gruesa a cubrirlos.

-Padre...-Dijo SeokJin encontrando al apacible anciano.

-Es hora de que vaya a casa... o se enfermaran, ambos...-Dijo de forma amable, aun cuando la bruma de la pérdida de su amigo de la infancia se encontraba aun sobre su rostro

-No... está bien... nos quedaremos un rato más.-Musitó, abrazando a Namjoon con fuerza, pero el padre Seejin no aceptó la respuesta y se dirigió al de tez morena, con la intención de alzarlo pero Namjoon como un animal herido le azotó la mano, volviendo a meterse dentro del pecho de Jin.-Padre...-Dijo Jin preocupado, porque sabía lo irritable que era Namjoon en ese momento.- No se preocupe

-Vamos muchacho, arriba.- Insistió el padre, intentándolo de nueva cuenta

-Padre...-Dijo seokjin preocupado

-Déjame en paz...-Gruñó Namjoon, viéndolo de reojo de forma asesina

-Nam... tranquilo...

-Puedes ser lo terco que quieras pero te diré algo, sólo lograrás preocupar a tu tío si te ve haciendo esto

-Deje de decir estupideces.- Gruñó Namjoon amenazante

-Namjoon!.- Gritó Jin completamente consternado por su falta de respeto hacia el padre Seejin pero al de tez morena no le importó, siguió refugiándose en sus brazos sin culpa alguna

-Él está muerto... nada de él existe ya.- Gruñó.- No me está viendo, ni se va a seguir preocupando por mi porque está muerto!.- Gritó

-Namjoon...

-Si de verdad crees eso entonces dime hijo mío... ¿porque le pediste que buscara a Eun Ji...?-Musitó apacible, refiriéndose a su madre pero Namjoon no contestó, se limitó a seguir llorando de forma cruel.

-Padre, por favor.- Suplicó Jin.- Déjelo

-Si no es por que creas en ello entonces cree en sus enseñanzas, esas que si son palpables, y ve a casa, aquí enfermaras...-Dijo finalmente, dándole repetidas palmadas en el hombro, y tras ello miró a Seokjin un momento para después caminar fuera del cementerio, en silencio.

Ante el frio de la noche Seokjin solo pudo arrimar un poco más la manta, haciendo que los cubriera a ambos, hasta que después de una interminable espera Namjoon suspiró cansado, metiéndose en el cuello de Jin lentamente.- No es que no crea en tu dios... claro que creo en él, por eso lo odio... se que existe... pero todo su amor y su misericordia es lo que no es real...

-Nam...

-Vámonos de aquí mi amor...-Dijo finalmente, y se levantó poco a poco, pasando su brazo por encima del los hombros de SeokJin, arropándolo con la manta, y así caminaron, en silencio, hasta que pudieron llegar a la casa.

Jin no se fue al convento esa noche, preparó té y un poco de comida e hizo que Namjoon la consumiera a regañadientes, y durante esas horas que duró la madrugada lo acogió entre sus brazos con cariño, rezando para que encontrara pronto el consuelo, para que su corazón destrozado hallase la forma de poder volver a formarse, de poder sanar.

Y sentados, abrazados sobre el sofá cama donde Nam dormía se quedaron inertes, pensando, mirando al techo, hasta que para su sorpresa, y su gran alivio Namjoon consiguió quedarse dormido, aún cuando el sol venía saliendo, anunciando la mañana, por eso se levantó a hurtadillas, cerrado cada ventana y cortina para que nada pudiese perturbarlo.

Pensó en sus obligaciones de aquella mañana, en sus niños, en los feligreses, pero sencillamente n se movería de ese lugar y sabia que el padre Seejin sería capaz de comprenderlo, al menos por esa breve mañana, y tomando ello en cuenta se dio permiso de acurrucarse a su lado, besando su frente con devoción antes de poder quedarse dormidos.

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El dinero que tenían dejó de ser el suficiente, porque el funeral del señor minjoo se había llevado más de la mitad, pero Jin ni siquiera se atrevió a mencionárselo a Nam, la herida era demasiado fresca y su estado mental no era el adecuado para la noticia, por eso se limitó a esperar.

Cumplía con sus obligaciones de siempre, lo más rápido que podía, y en cuanto el desayuno de los niños terminaba corria a la casa de Nam cada mañana, encontrándolo como siempre, tirado en la cama, somnoliento, miserable, al menos hasta que lo veía llegar y trataba de sonreírle. Jin le preparó devotamente cada dia su desayuno, comida y cena, se encargó de sacarlo a despejarse a regañadientes, lo obligó a bañarse, a ver televisión de vez en cuando, y solo cuando era oportuno lo besaba, despacio, muy brevemente, pero eso era suficiente para ambos.

Para Namjoon aquellos breves actos representaba la vida entera, aquellas comidas y chistes forzados, aquellas veces en que vió a SeokJin encargarse de la tanda de ropa y de la limpieza en general, y sobre todo esos besitos azucarados de consuelo que lo hacían ver que a pesar de su tristeza lo tenía a él, siempre a él.

SeokJin le sonreía siempre, de esa forma reluciente y hermosa como el solo podía ser, con su olor a hierba fresca y a flores silvestres del bosque, cuya esencia se dibujaba en purpura si ponías la suficiente atención, y con el paso de los dias el sol volvió a entrar en su vida paulatinamente, a pesar de las altas y bajas, a pesar del miedo nocturno y la depresión matutina volvió a entrar, siempre de la mano de Seokjin, de la mano de su risita preciosa, de sus suaves caricias.

Namjoon a veces lo veía pasar por la casa, con su delantal puesto, mientras barria o fregaba el piso para mantener la casa limpia, y el de tez morena, cautivado por su amor puro lo jalaba, sentándoselo en las piernas, besándolo con el paso de los dias más intensamente, hasta que un buen dia, después de la muerte de su tio se animó a hablar con él de algo sumamente importante.

-Él lo sabia Jin ...-Dijo sonriendo de forma agriculce, acariciando entre sus manos la cintametrica del señor minjoo

-¿Qué...?

-Mi Tio...-Dijo riendose de repente, y tras ello lo miró, encontrando una mirada curiosa de cachorro.- Sabia... quien era mi "noviecita".- Sonrió

Este es el segundo cap de hoy❤

La casa del árbol - NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora