47

7 4 0
                                    

—Ummm, ¿Te refieres al regalo qué me hiciste, y enviaste antes de vernos en persona después de todo el tiempo en que dejamos de hablarnos después de salir del orfanato?
—(Mariana): ¡Exactamente, ese mismo!
—Pués es la pulsera que tejiste en hilos blanco y negro, la cuál enviaste con una carta. La misma que conservo. Y pulsera qué traigo puesta desde ese mismo día. ¿Quieres notar?
—(Mariana): Haber.

Le busco las manos, en medio de las tinieblas de nuestros ojos cerrados y vendados por el antifaz y la máscara que traíamos puesta en nuestros rostros. La misma qué nos estaban dando la verdadera visión de quiénes eramos en éste momento.
Le encuentro una de sus manos encima de la mesa, la tomo con delicadeza y le voy abriendo sus dedos con suavidad, para qué notará la pulsera que tenía puesta en mi mano derecha, esa qué hizo parte de una promesa y de una revelación tan profunda que no podría olvidar y tirar tan a la ligera, por más que quisiera hacerlo.

Ella nota aquélla pulsera estaba justo en la mano qué había solicitado; siento que apreta su mano un poco más fuerte y la sostiene por unos minutos.
La siento sonreír, siento que ha comenzado a hacer una leve sonrisa, que ha hecho el mundo más especial para mi vida y mi corazón.

—¿Ves que no estaba mintiendote?
—(Mariana): Te salvaste por ahora.
—Jajaja, bien sigo. Verdad.
—(Mariana): Qué no sea algo feo, qué no sea algo feo.
—Jajaja, calma ¿En qué lugar especial para tí, quisieras tener el cierre de una cita a ciegas, qué hasta ahora está comenzando a hacerse real en nosotros?
—(Mariana): Vaya, sí que es una pregunta fuerte. Pero, hummmm, mis padres me hablaron de un lago. Quisiera estar allí, y saber el porqué mis padres amaron tanto éste lugar. Es algo qué he deseado hacer con una persona importante para mí.
—Entiendo. ¿Puedo hacerte dos preguntas seguidas en mi turno?
—(Mariana): Sólo porque no quiero perder contigo. Pero por ahora, es mi turno.
—Jajaja, prosigue, pequeña mía.
—(Mariana): ¿Qué esperas de mí, en este camino, el cuál has comenzado a trazar?
—Espero qué no me ocultes nada, qué éste juego que estámos haciendo nos acompañé durante el resto de nuestras vidas, no sólo porqué no queramos perder ante los demás, sino que es por el valor de la primera promesa que nos hicimos antes. ¿La recuerdas?
—(Mariana): Sí, aquélla qué dijimos que aún revelando nuestras partes más horribles, íbamos a aprender a construír un camino, qué seguiría en construcción, y perfeccionamiento hasta el día en qué todo terminará con ello.
—Exactamente.
En el posible lugar de la cita qué te pedí mencionaras anteriormente, ¿la quieres en el día, o en la noche?
—(Mariana): Ummm, quisiera qué fuera en la noche, cómo hicieron mis padres. Es algo que he querido revivir a manera personal.
Momento. ¿Tú no me ibas a hacer dos preguntas más? ¿Por qué sólo me hiciste una?
—Jajajaja, porqué no me has dejado hacerte las otras preguntas. Ahora me debes tres preguntas.
—(Mariana): Jajajajaja, está bien, me calmare con ello.
—Bueno. Siguiente pregunta. Creés qué hubiese otra persona en el universo, capaz de hacerte sentir tantas emociones, revelar tu humano interno y enseñarte lo real de la vida; sino estuviera aquí contigo, sino me hubieses conocido?
—(Mariana): Honestamente creo qué no hubiese podido tolerar todo lo qué se vivió en el orfanato, tampoco creó posible haberme quedado tanto tiempo en un lugar, dónde lo más preciado para mí, se lo llevaron aquéllos que se suponía eran “gente decente, personas de bien, cultas y con gran sentido de la pertenencia humana”. Tampoco creía posible sacar mis talentos más profundos por causa de nadie.
Es más, aún sí estuviese Ren y otros tantos más en este momento detrás mío, yo consideraba la idea de convertirme en monja, antes de ver qué otra persona siguiera adelante conmigo a mi lado.
Por cierto, es la primer pregunta que te respondo.
Continúa, por favor.
—Vaya, creo qué has estado siendo sincera contigo misma.
¿Por qué no me dijiste NUNCA tus motivos, por los cuáles siempre terminabas enfadada conmigo?
—(Mariana): A decir verdad, porqué sentía una enorme responsabilidad de ser la novia de un gran artista integral. De hecho, pensaba que yo era una carga para tí. Por eso intentaba hacerme a un lado de maneras dolorosas, tristes y hasta agobiantes para los dos. Cosa qué me llevo a pensar en lo qué muchos años tardé en descubrirte. Y es que eras cómo un cimiento, ese simiento que me habían hecho la vida mejor de lo que pensaba.
Por eso busque opiniones en mi lógica, y siempre terminaba haciéndote a un lado, cómo sí fueses un trapito de usar y tirar. Es por eso no tuve valor de hacer algo diferente en mi vida, o la tuya.
—¿Qué sentiste realmente al saber qué me había alejado de tí y de tu vida?
—(Mariana): Sentí cómo sí mi misión de vida se hubiese acabado de improvisto. No tenía alternativas de ninguna clase, y tampoco tenía la manera de devolver el tiempo, y hacerme cargo de mis acciones.
Por eso, busqué la salida más fácil, que era estar muerta. Cosa qué también me fallo, porqué no pensaba en que me fuera a ver contigo una vez más, en aquél lugar y menos, pasar por todas las etapas que pasamos juntos allí.
—Y mi última pregunta. ¿De qué manera puedo restituir todo el daño causado por mí?
—(Mariana): Creo qué ya has comenzado a hacerlo. Está es la primera parte de algo que ninguno de los dos ha vivido o tenido antes.
Supongo que era necesaria para que se hiciera posible un reencontrarnos, y reencontrar nuestros sentimientos, aquéllos qué pensábamos estaban lejanos de nosotros, pero a su vez no lo estaban tanto.
Es un abrir nuestros corazones, cómo lo estámos haciendo ahora, para vaciar nuestros sentimientos y pasar a recibir los sentimientos del otro. Pues he entendido que no puedo dar nada qué no haya recibido de tu parte. Para qué sea aún más sincero y especial en nuestras vidas...

Alma oscura, alma blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora