Ojos chinos

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En esta mañana de domingo Jazmín aún tenia hasta el miércoles para volver al Bar-café, el dueño le había dado unos días por su casamiento, en el que el y todos sus compañeros habían estado presentes.
Se miraron de costado con complicidad en sus caras porque a penas bajaron a desayunar vieron las mochilas apiladitas con unas bolsas que habían dejado para ordenar hoy, habían llegado tarde y solo querían descansar.
Disfrutaron de su desayuno.
Florencia minutos más tardes después de haberse quitado el pijama y estar pronta, fue abriendo las bolsas mientras la pelirroja terminaba de alistarse en el baño.
Según ella en las bolsas no había nada que hubiesen tenido que guardar de apuro.
Abrió los ojos grandes cuando vió que definitivamente olvidó que habían algunos alimentos, y no es que necesitaran estar en la heladera con urgencia, solo eran cosas como chocolate, algunas galletitas de mantequilla, pero la bajita no podía concebir la idea, jamas pudo hacerlo de dejar comida en el suelo aunque estuvieran cubiertos por nylon.
Aumento el tono de su voz, para poder llegar hasta Jaz.
La pelirroja le dijo que ella ya lo guardaría.
Pero a Flor no le molestaba hacerlo ella.
Colocó las dos mochilas, en cada silla del comedor.
Jaz bajaba apurada secándose el cabello con la pequeña toalla con la que se secaba el pelo normalmente.
Jaz- Amor nos re olvidamos de que teníamos cosas comestibles, le decía riendo.
F- Gorda ya las guarde tranqui!
Jaz- ahh yo venía corriendo más o menos.
F- jaja sí ya veo, re preocupada, vení gorda no era necesario que corrieras, vení sentate que antes de sacar las cosas de las mochilas te secó bien el pelo.
Jaz- No te preocupes, ordenamos y después me lo seco.
F- No me cuesta nada enserio
La pelirroja fue con una sonrisa hasta ella la beso y se dio vuelta, la bajita frotaba la toalla con sus manos en el pelo largo, la alta sentía el cosquilleo que le producía el movimiento de manos de arriba hacia el final de su pelo, y dos por tres se sacudía con cosquillas que hacían reír a Florencia y le preguntaba porque hacía aquel gracioso y veloz temblequeo.
Al menos su pelo aunque estaba húmedo ya no goteaba.
F- Ahora sii le dijo admirando si cabello por el que pasaba despacio sus dedos peinandolo.
Es hermoso tu color, lo amo.
Jaz sonreía mientras tenía sus manos juntas hacia abajo.
Gracias hermosa, soy tu pelirroja preferida? No? Le dijo ya enfrente a ella
Ami me vuelve loca tu pelo esos rulos ay ay! Ya las mochilas habían quedado en el olvido por un momento porque Jazmín la tomó de la cintura y la fue rotando llenándola de besos pequeñitos que repetía con sonrisas.
Flor que seguía en sus brazos despegó un poco su cara para verla a los ojos.
F- Tengo muchas ganas de ver a Dulce la extraño!!! - quitó sus manos de la espalda de la alta y las llevó a sus mechones naranjas que caían, los acomodó apenas un poquito  hacia atrás pero sin esconderlos detrás de sus orejas.
Jaz- Obvioo siii vamos a verla hermosa, dijiste que la extrañabas y me dio un cosquilleo, puff no sabes lo feliz que me hace que la quieras así como la queres.
Los ojos de Jaz no podían verse más enternecidos mientras miraba los marroncitos de ella que se apretujo contra su cuello y le dijo suavecito...
F- Hablar con ella se volvió una de mis cosas favoritas, las amo con todo mi corazón a ustedes dos.
Jaz- Con todo el corazón repitio bajito abrazada a ella mientras se balanceaban en medios giros pequeños.
Con todo el corazón aquella expresión se repetía mil veces entre ellas, así lo sentían así se amaban sin dejar ni un pedacito de sus corazónes que no estuviera comprometido en aquél sentimiento compartido, se la jugaban de corazón entero.
Mientras ordenaban las mochilas iban sacando cosas que habían traído o recolectado del viaje, Flor había traído como de costumbre cosas que le recordarán su paso por aquéllos lugares a donde iban, trajo algunas piedritas que le gustaron, así iban sacando y hablando de distintas cosas.
Pasaron en la tarde a visitar a los papás de Flor, ambas llegaban a casa de la mano porque la bajita había insistido en preparar algo rico para llevarle a la abuela de la alta.
La pelirroja la había llamado en la mañana para saber si estaría en casa, dado que era una mujer muy activa y siempre se encontraba en alguna actividad.
Se cambiaron mientras el horno daba los últimos toques al pastel de carne.
El aroma ya interrumpía en el hogar, y la pelirroja no podía evitar como buena chef que era de alzar la naríz para disfrutar de ese olorcito cada vez que a las corridas iba a ver qué no se les pasará, la bajita tambien lo cuidaba mirando a través del vidrio al prender el botoncito de la luz interna del horno mientras intentaba colocar su brazo derecho en la remera negra de manga larga.
Dulce había quedado enamorada con el detalle de preparar y traer aquél pastel, lo definió como un detalle encantador.
Luego de cenar Dulce y la pareja de muchachas salieron a caminar por la ciudad.
Se tomaron tres o cuatro fotos en distintos lugares y sin dudas las tres eligieron como su preferida una en la que Dulce se puso entre medio de ellas y intentó sacar una selfie, aquella foto era un conjunto de sus cachetes pegados y tres sonrisas extensas y coloridas de amor.
Las risas se sentían sonar entre sus pasos.
Otro de los momentos que se guardarían para siempre era ese en el que las tres se reían sin importar que, esas risas que vuelven un momento eterno, imborrable donde somos para siempre.
Ellas estaban siendo para siempre cada vez que las carcajadas salían de adentro y cada vez que dulce las abrazaba y les demostraba todo su afecto.
Los abrazos de aquella mujer mayor eran de calidad, la bajita deseo haber tenido su celular listo para fotografiarlas a ellas dos que se reían tan igual con la misma manera de achinar sus ojos casi exactos, pero no importaba porque nada era tan especial como verlo en vivo y directo, y suspiró.
No tuvo más remedio que aceptar que esas mujeres la dejarían sin palabras un millón de veces en su vida.
Y si fuera por ella si solo dependiese de ella esos dos pares de ojos vivirían chinos de tanto reír, y los miro una vez más y juró que cuando las miraba nada malo podía pasar, porque ahí, así el universo estaba en orden.








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