Sin correr ❤️

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La última noche la bailaron en Buenos Aires como lo habían prometido.
La mañana estaba destinada a desayunar algo y aprovechar las últimas caminatas mientras esperaban que el micro pasará por ellas y por algunas personas más del hotel que iban junto a ellas hacia el aeropuerto otra vez.
Las maletas y bolsos habían quedado prontas y vigiladas en recepcion, las dejaron allí porque no había forma de caminar con bolsos colgando y arrastrando maletas.
La mañana era la perfecta despedida, el sol daba vida a cada lugar, se estaban yendo sin querer irse.
Pero así como era lindo salir de su ciudad, también era lindo volver a aterrizar sus pies en Montevideo.
Tenían una hora pautada en la que el micro llegaría, asique aún estaban bien de tiempo para volver por las cosas.
La noche bailable había sido incluso mucho mejor que la primera vez...
Asique mientras volvían a caminar ciertas calles charlaban del conjunto de cosas que recordaban.
El desayuno está vez no les había alcanzado para mucho, entonces pasaron a comprar en alguna tienda algo para comer, porque se retiraban en un horario que no les permitía almorzar con casi nada de tiempo en la ciudad.
A Flor le agarraba siempre cierta melancolía cuando tenía que retirarse de un lugar, una melancolía que no era absoluta porque si miraba para su costado sabía que con Jazmín este sentimiento fracasaba enseguida.
A la pelirroja hoy sentía cierta melancolía diminuta pero era tan mínima, el lugar era hermoso y los momentos fueron mejores aún pero cada vez aprendia más a disfrutar y soltar sin aferrarse mucho.
La miraba de costado, aquella persona que masticaba chicle de esa forma suave, y que movía entretenida la mano de la que estaba agarrada de vez en cuando.
Volver de su mano, volver con Florencia era la experiencia más linda.
Estaban juntas ya hace ciertos meses, habían ido por acá y habían venido por allá, y la pelirroja pensaba que su presencia era!
Cuántas horas compartían y era ella y ese modo de explotar los globitos del chicle, la manera de entretejer sus rulos y quedarse con un peinado simple pero que tenía ese algo.
Caminaba por las calles de Buenos Aires sin preocupación de perderse, como siendo una ciudadana residente.
Con todo eso volvía a casa, con la mujer que la ponía en peligro de no sobrevivir a tanto sentimiento.
Que peligro más perfecto! era tranquilidad de no tener que estar corriendo hacia ningún lugar en el que querer estar más, tranquilidad de que sus pies pisarán el suelo correcto, su cuerpo no le daba señales de necesitar algo mejor, el destino la había llevado con lentitud hasta donde se paraba hoy, a las 10:00 de la mañana.
Y le parecía raro estar agradeciendo aquella lentitud para que Florencia estuviera al lado, porque antes no hubiese podido crear la historia que había, aunque estaba segura de que si la bajita se hubiese topado con sus pies antes, la misma revolución iba a estar en su corazón como lo fue ahora.
Pero la pelirroja de hoy era ante su punto de vista mil veces más que la pelirroja pequeña de antes, porque aprendió a potenciarse, a verse más y mucho mejor, a trabajar en su identidad sin detestar su sensibilidad.
Más determinante a no caerse ante la mala intención de algún que otro pie, y más aún a no caerse tras el propio tambaleo de los suyos que a veces se hacían autotrampa.
Una madurez que era mayor y que le permitía vivir una historia de respeto...
Ya iban hacia Montevideo, la pelirroja acomodó el pelo de la baja que dormía como se podía sobre su costado, Jaz no tenía sueño.
Acarició el pelo con demasiada suavidad, después de un tiempo la de ojos marrones se despertó pero no quizo acomodarse en el aciento, se quedó un poco más sobre ella sonriéndole, si el viaje duraba más horas de las que eran no sería molestoso, porque estaba entretenida de cuchara en los acientos.
El día anterior habían llegado del viaje a las cinco a casa.
Era fin de semana, a Jaz le tocaba trabajar y Flor ayudaría a souphi con unas compras.
En la cocina cocinaban de un lado para el otro.
Javo colocaba el plato donde decidió colocar las medialunas, Lucas enfilaba las tazas blancas para la mesa que había encargado dos té, uno d manzanilla y otro de limón, un capuchino y un café normal.
Jazmín pasaba la mano derecha por el delantal al que le había caído azúcar impalpable.
El desayuno no llevaba tanta elaboración más que algún postre en especial que ya sabían que más de uno lo podría llegar a pedir.
La pelirroja horneada un pastel, estaba entre ida y venida a sersiorar prendiendo la luz del horno para ver como iba, qué tal color iba tomando, si crecía como debía.
Aún después de tanto tiempo en la cocina tenía cierto miedo de haber fallado en algún paso.
Javo que no tenía nada en el horno se ofrecía llevar los platos listos para que Jaz no perdiera de vista el pastel cuando se llenaba de personas y no daban con todo los mozos.
Un sábado lleno desde el desayuno...
Flor y su amiga llegaban a la casa de la rubia después de una tarde recorrida.
Charlaron un poco más tomando algo...
Souphi llevo a la de ojos marrones en su auto hasta la casa, allí se quedó un poco más mientras la de rulos se cambiaba para ir a buscar a la pelirroja al bar, no habían quedado en eso pero a ella le gustaba hacer las cosas distintas a veces.
Cerro la puerta del auto de la de ojos celestes, y espero fuera del bar.
Miró un poco por el ventanal que mostraba el café, miro detalles.
Observó la gente, las luces definitivamente era uno de los bares más originales que había en la ciudad.
Sintió los pasos en el piso cerca de la puerta de entrada.
La pelirroja desenrrollaba el pelo soltandolo, se abanico el rostro y el cuello, hacía calor.
Salió y la vió quieta mirando la vereda del frente, pero rápidamente al darse cuenta que ya había salido alguien miro a su costado y le sonrió a la alta qué ya iba directo a morfar a su esposa a besos, primero le fue a dar su gran abrazo.
Le gustaba terriblemente cuando iba a buscarla, le gustaba que se fueran caminando y así charlar como esas citas de novias anteriores en las que hablaban sin parar.
Florencia que se estiró un poco de puntas de pié para su abrazó volvió con un movimiento muy pequeño a apoyarlos en el suelo.
Le pidió la mochila a Jaz esa que la alta tenía en su espalda, la de cabello naranja dudo no le gustaba cargarla con sus cosas, pero no estaba pesada, la de rulos castaños se la colgó y Jazmín sonreía esperándola para estirar su mano y llevarla de la mano.
Tiro sus rulos hacia atrás con la mano libre acomodó con su espalda la mochila y se fueron tranquilas.
Mañana en la noche en uno de los lugares centrales de la ciudad se haría una feria del libro grande y no iban a perderse la oportunidad, asique esta noche querían ayudarse con la cena, cocinar en casa sin apuro.
Jazmín esperaba el momento en que Flor se descalzara y quedará solo con sus medias, pero la seguía viendo de championes, se rió observándola contando los segundos para que lo hiciera, no le pregunto el porque está vez no había llegado a casa entusiasmada por cocinar de medias, Jazmín nunca la dejaba abrir la heladera si estaba de medias lo hacía ella, de todos modos la de ojos marroncitos se colocaba las chancletas para  buscar cosas en la heladera, y se las quitaba para seguir cocinando.
Flor roto la flechita blanca del reloj de cocina unos 20 minutos y mientras movía su cabeza por la música de la casa se servia un poco de agua.
Le encantaba la hora de programar el reloj porque era su instante para ayudar con lo que estuviera la pelirroja y de paso molestarla un poco.
Si solía ser molestosa cuando tenía ganas, pero a Jazmín nunca le resultaba molesta, y se lo decía cada vez que la bajita riendo le pedía disculpas.
Debía confesar que en la cocina iba mucho mejor, la de ojos verdes tenía el don de enseñarle a cualquiera con su gigante pasciencia.
Ella su pasciencia y ese perfil que observaba en este momento cocinando con habilidad, experta solo lograban sacarles millones de besos para dárselos, primero se fijó que no estuviera revolviendo nada en el fuego ni que estuviera cortando nada para arrimarse a su perfil y darle besos.
Lo de la alta tenía que hervir asique pegó más su cahete a los labios de Flor y llenaron de mimos la cocina hasta que pñrompiero en hervor o sonará el reloj...



















La magia de encontrarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora