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Mientras Niall corría a toda velocidad por Privet Street, no paraba de maldecirse así mismo por haberse tomado más tiempo de la cuenta deambulando por las calles de Portland. Había perdido el tren de regreso a casa y ahora eran las nueve de la mañana, y mientras más se apresuraba Niall, más rogaba que Harry no se hubiera despertado ya, solo para notar que no estaba en la habitación.

—Mierda —masculló, al ver en la acera el auto de Stella estacionado. No sabía que ese día era día de visita.

Se escabulló por la portezuela adyacente, que abría paso a un corredor que conectaba con el patio trasero. Pudo ver por la ventana mientras pasaba junto a la casa, a Anne en la cocina, sirviéndole a Stella una taza de café. Ambas parecían estar sumidas en una conversación amena y demasiado tranquila, que le hizo suponer a Niall que aún no sabían nada de su escapada.

Suspiró aliviado y siguió su rumbo, trepándose por el tejado con la mochila colgándole de la espalda hasta que alcanzó la pequeña ventana alargada de su habitación. Se sentó en el alfeizar y la abrió, colándose dentro solo para descubrir a Harry aun dormido, descansando plácidamente con todos los rizos en la cara.

Niall se deshizo de su mochila y se sacudió la nieve de su abrigo. Hizo su mejor esfuerzo para parecer recién levantado, pero las ojeras bajo sus ojos no le facilitaban el trabajo.

Abandonó la habitación, dejando adentro a un todavía durmiente Harry, y bajó las escaleras rápidamente de a dos peldaños, alcanzando a Stella en la cocina junto a Anne.

—Oh, bello durmiente está despierto. Déjame decirte Stella, es extraño verlo levantado tan temprano en la mañana durante un fin de semana, por lo general lo dejamos dormir hasta el medio día —informó Anne.

La cocina estaba cálida, y el delicioso aroma del desayuno cocinándose en una sartén sobre la estufa llenaba sus fosas nasales.

—Es bastante inquieto para dormir en las noches. —Stella le dio un sorbo a su café.

—¿Qué haces aquí? —decidió preguntar Niall sin rodeos, sentándose en el asiento frente a Stella.

—Lo mismo que siempre, a estas alturas ya deberías saberlo. —Stella cambió su posición, dirigiéndose a Anne—. Algunos padres sustitutos no son aptos para la crianza de niños, así que el estado me envía las primeras semanas para corroborar que todo esté yendo bien por aquí. ¿Sabes Anne? Más de un tercio de los niños en el sistema...

—Bien, ya entendimos —interrumpió Nial, poniéndose de pie—¿Cuánto tiempo más vas a estar aquí?

—No nos hemos visto en semanas ¿y ya quieres que me vaya? Vaya, ciertamente no me siento alagada.

Niall la miró sospechosamente mientras Stella le daba un trago más a su café. Ya conocía todas sus artimañas, y sabía que ella no estaba ahí solo para garantizar que estuviera bien, ella quería asegurarse de que Niall tuviera un hogar permanente, al menos hasta que cumpliera la mayoría de edad, pero para eso aún faltaban seis años.

Stella había acudido a sus últimas tres familias a sus espaldas para informarles de la situación especial de Niall, pensando que esto los convencería de quedárselo. Ninguna de las veces había funcionado, y Niall siempre había terminado molesto con ella en cada ocasión.

—Niall, cariño. ¿Por qué no vas a despertar a tus hermanos? Iremos al parque después del desayuno.

Niall asintió una vez solamente, y se levantó de su asiento para salir perezosamente de la cocina, aún con la idea de Stella y Anne compartiendo tiempo a solas molestándole.

—Bueno, la verdad es lo más que lo he escuchado hablar desde que llegó —confesó Anne, batiendo más masa para panqueques.

—Llevamos mucho tiempo conociéndonos y ya conozco sus maneras.

foster; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora