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Ser el novio de Harry no era tan terrible e insufrible como Niall pensó, al menos cuando estaban solos.

Ese lunes por la tarde, Harry se había aparecido en la habitación, más tarde de lo habitual. Los demás habían tenido que tomar el autobús a casa, una experiencia que Niall realmente no quería volver a repetir. Era ruidoso, reinado por gorilas del equipo de futbol que se sentaban en los asientos traseros con sus novias en el regazo, lanzando bolas de papel a los demás y gritando profanidades como si el conductor no estuviera ahí.

Niall se vio tentado a saltar por la ventana.

Gracias al cielo, había llegado a casa en una sola pieza, y cuando Harry cruzó por la puerta principal, sostenía un manojo de hojas de papel bajo el brazo. Le dijo a Niall que era hora de practicar.

Ambos se encerraron en su habitación hasta el anochecer. Harry había preparado algunas tarjetas para Niall con palabras parecidas y complicadas, las cuales Niall batalló para leer. Luego, escogió una serie de palabras extensas y cuestionables que Niall tuvo que deletrear.

Harry le dijo que por cada palabra que deletreara correctamente, obtendría un beso como premio. Niall le contestó que eso sonaba más como un castigo. Por suerte, Harry no se lo tomó a pecho.

Y cumplió su palabra. Cada palabra que decía correctamente, conducía a un beso de Harry, y cuando sus labios estaban demasiado hinchados y adoloridos para continuar, comenzó a cometer errores a propósito. Pero incluso cuando se equivocaba, Harry lo besaba, y Niall no entendía por qué.

—Algunas veces, cuando los niños fallan en algo, tienes que darles un premio de todas maneras para que no se sientan mal. Es lo que mi mamá solía hacer —explicó el castaño, picoteando de nuevo sus labios.

—No soy un niño —replicó Niall, con los labios rojos y ensalivados. Observó a Harry con ojos molestos, mientras el castaño se inclinaba para darle otro beso en los labios.

—Tienes quince años —le dio otro beso.

Niall tuvo que tomarlo de los hombros y empujarlo un poco hacia atrás solo para que parara de interrumpir cada una de sus oraciones para darle otro beso.

—No soy un niño.

—Si digo que no eres un niño ¿vas a dejar que te bese otra vez?

—No, me duele la boca.

—Entonces eres un niño.

Niall puso los ojos en blanco y se levantó de la cama bufando. Aún tenía la incómoda ropa que había usado durante el día, y aún tenía mucho sueño, por lo que se enfiló hacia el armario y comenzó a husmear en busca del pijama más cómodo que pudiera encontrar.

—Ni, ¿te duchaste hoy? —preguntó Harry, mientras Niall se deshacía de su camisa.

Niall levantó uno de sus brazos desnudos y olisqueó su axila.

—No hace falta —respondió, y antes de que pudiera pasarse la camiseta limpia por la cabeza, Harry se levantó de la cama y corrió hasta él, deteniéndolo a la mitad del acto.

—Date un baño, por favor.

—No.

—Niall.

—No.

—Por favor —Harry hizo un mohín y lo miró con los mejores ojos suplicantes que tenía. Niall ni siquiera se agitó.

—No quiero.

—Voy a obligarte, aunque no quieras.

—Voy a morderte.

Ambos se quedaron de pie a la mitad de la habitación, mirándose mutuamente bañados bajo la tenue luz amarilla de la lámpara de lectura que Harry tenía junto a su cama. Las ramas de un árbol golpeaban contra la ventana y el viento azotaba las paredes de la casa. Ninguno dijo nada, hasta que Harry se abalanzó sobre Niall y comenzó a besarle la cara, dejando húmedos parches de saliva por su piel.

foster; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora