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Niall se paraba de puntitas intentando colgar las primeras esferas en la punta del árbol, pero lo era imposible, el pino era demasiado alto para él. No sabía cómo terminaría de decorar el árbol si ni siquiera podía colocar las esferas, a pesar de ser el más alto en la casa. Harry estaba con Robín haciendo compras de último momento, mientras Anne y la abuela cocinaban la cena.

No recordaba si alguna vez había celebrado la navidad como se debe, pero ahí estaba, con tres esferas rotas, un árbol decorado a la mitad, y unas cuantas cortadas en los dedos.

Como un indicio, la puerta se abrió mientras Niall continuaba intentando alcanzar las últimas ramas del árbol. Harry llegó con su padre, cargados de bolsas.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Harry, dejando sus bolsas en el suelo.

—Estoy bien —respondió Niall con dificultad, aflorando el poco orgullo que le quedaba.

—Anda, deja que te ayude.

—Puedo solo.

Pero Harry no iba a tener nada de eso. Tomó a Niall por las axilas y lo levantó como a un bebé, lo suficientemente alto para que éste alcanzara el resto del pino.

—¡¿Qué haces?! —Niall pataleó.

—Te ayudo.

—¡Te dije que podía solo!

—Solo termina, no eres tan ligero como aparentas.

Niall colgó la esfera roja que tenía en la mano y rápidamente se escurrió entre los brazos de Harry, ignorando el calor que le recorrió el cuerpo. Su rostro estaba azorado, por lo que no se atrevió a voltearse para enfrentarlo.

—Puedo ayudarte con el resto.

Niall no podía verlo, pero podía percibir en su tono de voz socarrón una sonrisa pequeña de autosuficiencia. Se inclinó hacia adelante para recoger la caja de esferas, y ahora con una expresión serena, la empujó contra el pecho de Harry.

—Entonces cuélgalas —dijo austeramente. Esperó cualquier cosa como reacción, pero la sonrisa prevalecía en su rostro.

Algunas veces, se preguntaba como a pesar de la distante actitud de Niall, Harry podía permanecer agradable y compasivo con él, como si mereciera toda la paciencia del mundo. Niall sabía que no la merecía.

Se dirigió a la cocina para ayudar a Elizabeth y a Anne con la cena.

• • •

Se avergonzaba de estar ahí parado. El gorro le cubría hasta las cejas, y el resto del rostro lo ocultaba con una gruesa bufanda. Algunas chicas se lo quedaban viendo extraño, mientras unas más jóvenes, batían sus pestañas en su dirección. Niall no comprendía que era lo que las atraía de él, si nada más que sus ojos estaban al descubierto, pero decidió no perder más tiempo cuestionándose de más y ponerse a trabajar. Mientras más rápido saliera de ahí, mejor para él.

Tomó la primera canasta, la más pequeña. Estaba llena de productos de baño, un acondicionador, gel de ducha y jabones aromáticos. Escuchó a unas muchachas murmurar a sus espaldas.

Estaba a punto de tomar la estúpida canasta y marcharse de ahí lo más rápido posible, pero, ¿Harry apreciaría un regalo comprado a las prisas? Seguramente ni siquiera lo notaría. ¿Al menos le gustaban los productos de higiene? Probablemente sí. Harry siempre olía bien.

—¿Has encontrado algo? Ya casi es hora de la cena y tenemos que llegar antes de que los demás sospechen. Anne puede ser muy entrometida.

Niall se había dado cuenta de ello, pero aún no estaba seguro de que ese era el regalo que quería comprar. Pensó que sería buena idea pedirle a Robín que lo llevara de compras en lugar de Anne, seguramente él no haría tantas preguntas como su esposa.

foster; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora