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La sonrisa que Harry se llevó a la cama la noche anterior no prevaleció hasta la mañana siguiente. Harry se esperaba que ese día fuese tranquilo, como todas las mañanas de sábado en su familia, pero en cabio, fue despertado por el ensordecedor escándalo. Gritos y llanto, y todo ocurría en su misma habitación.

Se restregó los ojos, ahuyentando de ellos el sueño de ellos con los puños. Se apoyó sobre sus codos y a través de su visión borrosa observó a Wylla tirada en el suelo, con un montón de hojas a su alrededor, regadas por el alfombrado. Tenía la cara roja, deformada en una mueca, llena de llanto y escurrimiento nasal.

—¡Lo arruinaste todo! —Harry escuchó a Niall vociferar.

Estaba parado en una esquina de la habitación, junto a la ventana, repasando cada una de las páginas de su diario exhaustivamente con la cara angustiada. Wylla soltó un sollozo ruidoso.

—¡Lo siento! —logró comunicar entre llantos, pero su respiración atragantada parecía no querer cooperar con ella.

Harry, alerta, se sentó en la cama.

—¡No vas a arreglarlo con un lo siento! —replicó Niall, está vez, mirándola con la cara roja de rabia.

—¡Niall! —Harry habló sobre el escándalo, levantándose fugazmente. Se deshizo de las sábanas y en dos largos pasos estuvo de cuclillas junto a Wylla.

Ella escondió su rostro lloroso en el hombro de Harry, enrollando sus cortos brazos alrededor de su cuello.

—¿Cuál es el problema? —quiso saber, con el rostro duro, al igual que su voz.

—¡Odio a los niños! —oyó exclamar a Niall para sí mismo— ¡Son una molestia! Siempre metiendo las narices en dónde no les importa, tocando lo que no les pertenece.

Harry descubrió a sus pies un cúmulo de hojas arrancadas, cada una con la misma serie de números que había encontrado en el diario de Niall la noche anterior, pero ahora, con dibujos y garabatos impresos a tinta sobre ellos. Parecían ser hechos por la mano de Wylla.

—Ni, tranquilízate...

Niall se apresuró a él con pasos retumbantes, luciendo como si fuera golpearlo justo en la cara, pero en cambio, se arrodilló frente a Harry y sus manos buscaron desesperadamente por el suelo cada hoja de papel. Las abrazó contra su cuerpo y las dejó sobre su cama, rebuscando entre ellas por algo. Harry sintió a Wylla asomar un poco su cabeza.

Niall se volvió sobre su hombro y gritó:

—¡¿Dónde está?!

Wylla se refugió una vez más en la curvatura entre el hombro y el cuello de Harry, derramando sus lágrimas sobre su piel caliente. Harry comenzó a molestarse, observando a Niall revolver las hojas frenéticamente.

—Niall —intentó llamarlo con la poca calma que aún conservaba, pero el muchacho continuó con su comportamiento acelerado—. Niall.

—¡¿Dónde mierda está?!

—¡Niall! —el muchacho se detuvo, pero no se volvió hacia Harry. Su respiración era pesada, Harry podía ver la forma en la que sus hombros subían y bajaban— Estás asustándola.

—Sácala de aquí —masculló con voz sombría, regresando a su búsqueda.

—Es mi cuarto, Niall. No puedes hacer lo que quieras —Harry alzó la voz, pero Niall ni siquiera respingó.

Sus manos de delgados dedos pálidos se aferraron a las mantas deshechas de su cama, ayudándolo a ponerse de pie. Se dio la vuelta con el rostro helado y estoico, y Harry solo pensó en no querer volver a ver esa mirada en el rostro de Niall nunca más.

foster; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora