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La biblioteca era un lugar silencioso a esas horas del día. La mayoría de los estudiantes estaban en clase y el lugar se mantenía vacío y lúgubre. Aun así, Niall no pudo encontrar a Addison en primera instancia.

Se rascó la cabeza, mirando en todas las direcciones, jurando que la había visto entrar ahí un momento antes. No pudo haberse ido a ningún otro lado.

Comenzó a recorrer pasillo por pasillo, entre las estanterías, hasta que la encontró en una esquina húmeda junto a la sección religiosa a la que nadie iba. Estaba sentada contra la pared, con las piernas encogidas contra su pecho y un cuaderno entre sus manos. Lo hojeaba rápidamente con manos ansiosas, como si estuviera temerosa de que alguien la descubriera. Fue entonces cuando el cuerpo de Niall se puso rígido.

—¿Qué crees que haces con mi cuaderno? —la voz de Niall retumbó en el pasillo silencioso, haciéndola respingar.

Ella lo miró aturdida, con los ojos bien abiertos. Rápidamente se puso de pie y cerró la libreta, escondiendola detrás de su falda que le rozaba hasta los tobillos. Tenía la cara roja y Niall podía ver como temblaba bajo su postura intimidante.

Dio un par de pasos lentos hasta ella, acorralándola contra la pared mientras intentaba encogerse hasta desaparecer.

—¿Tú lo robaste? —preguntó sin más, decidiendo que era hora de confrontarla.

De verdad esperaba que Amanda no tuviera razón. No quería perder sus veinte dólares.

—N-no... lo dejaste caer.

Frunciendo el ceño la examinó con más cuidado, acercándose a su rostro solo para notar que el color en su cara se profundizaba. Ella desvió sus ojos marrones al suelo.

—No te acerques tanto —susurró con voz temblorosa.

—¿Dónde se supone que lo dejé caer?

—A-aquí, en la biblioteca... cuando nos tropezamos.

—¿De verdad nos tropezamos? ¿O estabas siguiéndome? —dijo directamente. Ella levantó la cabeza con una expresión alarmada.

—¡No! Juro que no...

—¿De verdad? Porque siempre estás mirándome, es algo raro...

—No soy rara —masculló ella bajo su aliento, agachando la mirada de nuevo.

—Pero ¿sabes qué si es raro? Como Amanda se enfermó de repente justo antes de la obra, y tú te sabías todas sus líneas, casualmente. Como el cuaderno que nunca pierdo de vista, desapareció de mi mochila y apareció en tus manos.

—No sé de qué hablas —la chica balbuceó.

—¿De verdad? Mírame a los ojos entonces y dime que no tuviste nada que ver con todo eso.

Al levantar la mirada, se encontró con la dureza frívola en la mirada de Niall. Sus ojos intimidantes eran del color exacto para congelar la habitación. Tragó saliva ríspidamente, y sacó el cuaderno de su espalda con manos temblorosas.

Niall lo miró con expresión ilegible, arrebatándoselo de la mano con fuerza.

—Dios, estás loca ¿De verdad envenenaste el maldito pastelillo de Amanda?

—¡No! —ella se apresuró a decir— No estaba envenenado, es intolerante al gluten y solo le puse un poco extra, no era nada peligroso...

—No importa, nadie en sus cinco sentidos hace eso. Dime por qué lo hiciste.

No respondió, en cambio, comenzó a jugar con el reborde de su suéter mientras se mordía el labio ansiosamente.

—Si no me dices entonces iré a hablar con el director...

foster; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora