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Si Niall tuviera que buscar una palabra para describir la primera noche que pasó con sus padres después de siete años, definitivamente diría: extraña.

Por algún motivo, se había creado estas estúpidas expectativas de que, cuando por fin cruzara el umbral de su viejo departamento, todo regresaría a la normalidad. Como si el tiempo se rebobinara dentro del lugar, el regresaría a ser un niño despreocupado de ocho años y sus padres, los mismos que había conocido.

Pero ahora tenían tres niños más. Tres niños parlanchines.

Hacían desastres en la mesa durante la cena, peleaban y le gritaban a su madre cuando algo no iba de acuerdo a lo que ellos querían. Hacían chistes estúpidos y esperaban que tú te rieras de ellos. Niall se preguntó si él era de la misma manera a los ocho años.

Apenas podía recordar cómo era cuando era pequeño.

—Te has vuelto callado —su padre hizo la observación esa noche, mientras ambos veían el partido de la temporada—. Cuando eras niño preferías estar con tu madre todo el día, cocinar con ella y gritar todo el tiempo. Me sorprendió cuando dijiste que querías ver el partido conmigo. Odiabas el futbol.

Ciertamente, Niall seguía odiando cualquier tipo de deporte, al menos cualquiera que requiriera esfuerzo físico. Pero por alguna razón, ese día sintió la necesidad de estar junto a su padre. Cuando servicios sociales se lo llevó, Niall pasó incontables noches en vela arrepintiéndose de no haber aceptado la oferta de su padre para pasar una noche juntos sentados en el sofá, mirando la tele.

—Eso es bueno —su padre le dio un par de palmadas amistosas en la espalda—. Me hacía falta un hombre en la casa.

—Tienes otros tres hijos —señaló Niall.

—Bueno, pero ellos son niños. Solo quieren jugar y comer todo el día. Tú ya eres un muchacho.

Niall no pudo evitar preguntarse si su padre seguiría pensando en él como su hijo. Claro, genéticamente lo era, tenían una cara tan similar que resultaba casi aterrador. EL cabello castaño cobrizo, los ojos azules y grandes como faroles, la piel pálida como el papel. Pero después de tantos años separados ¿seguiría Niall siendo su hijo?

Apostaba a que los tres niños que hacían escándalo en la cocina eran más hijos para su padre de lo que él jamás sería, y esa era una inseguridad que lo carcomía por dentro.

Si su padre estaba molesto con Niall por haberse aparecido en su puerta de la nada, definitivamente no lo demostró. Incluso parecía feliz, entusiasmado de que su muchacho por fin haya regresado con ellos a casa.

Niall ni siquiera les había preguntado si podía quedarse. Ellos no sabían si él estaba solo de paso, pensando en quedarse un par de días o su estadía sería un poco más permanente. Se veía lo apretado que tenían el cinturón en casa, y Niall definitivamente no se esperaba encontrar tres niños más al llegar.

Sin embargo, cualquier señal de que ellos pensaran que Niall no se quedaría desapareció cuando la hora de dormir llegó. Su madre levantó los platos de la cena y le dijo a Niall que se cepillara los dientes.

Lo llevó a la habitación al fondo del pasillo, en donde recordaba que él solía dormir con sus padres, en la misma cama. La cosa era, que el departamento en donde vivían solo tenía una habitación. Con tres niños más ¿cómo pensaban dormir?

Sus preguntas se respondieron en cuanto su madre abrió la puerta, ayudando a Niall con su mochila. Había una cama desaliñada en el centro de la habitación pequeña. Al pie de la misma, había dos colchones matrimoniales apilados, con tres almohadas y una bola de mantas enredadas con estampados coloridos y personajes infantiles.

foster; nsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora