45. Un pelirrojo molesto

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Dorian se aferraba a las paredes intentando que estas pudiesen decirle todo aquello que sucedió en seis años, las veía ansioso, como si de un momento a otro fuesen a aparecer letras haciendo una breve explicación; perdería la cabeza de no ser por el sonido de la puerta abriéndose.

La figura ya conocida hizo que su corazón se calmara un poco, puesto que desde la salida del doctor de la habitación sus nervios incrementaron. Su mente estaba en caos, no podía sostener un pensamiento por olvidar momentos relacionados con estos.



— Sabes qué ocurrió —hace referencia al accidente acercándose a su primo— Dorian, debes calmarte, recordarás con el tiempo.


Exactamente como dijo el doctor, todo era cuestión de tiempo, sin embargo, no declaró cuánto llevaría; es más, era obvia la sorpresa del profesional ya que en éste tipo de accidentes el paciente no olvida tantos años de su vida.

— ¿Tiempo? —incrédulo ve a su acompañante— ¡¿Si me lleva otros seis años recordar algo importante qué se supone que haga?!

Dorian era consciente que esos seis años no eran solo días relajantes, de una vida ordinaria, le preocupaba olvidar todo aquello que aprendió para ayudar a su familia en la empresa, como se lo había jurado a su abuelo.

Inmediatamente tras suspirar pesadamente el rostro de sus progenitores llegó a su cabeza y no evitó preguntar cortante por ellos y su demora en ir a verle, Carlos intentó no esbozar una amarga expresión. El alfa luchaba en su mente sobre cómo manejar la situación del padre de su primo, usar las palabras correctas en el momento correcto era más difícil de lo que esperaba.

Las insistentes veces que preguntaba volvieron a alterar al recién despierto Dorian, algo iba mal y su primo temblaba.

— Me enteraré de una forma u otra, Carlos —gruñó por lo bajo, aplicándose un sedante mental esperó a que las palabras de su primo no fuesen a atravesarle tan fuerte.

— Nuestro querido Arturo falleció hace un año, Dorian.

— Imposible —una risa nerviosa cargada de escepticismo inunda la habitación— Cállate —los latidos de ambos corazones incrementaban dejando una sensación poco agradable en sus bocas — No e---

La negación era una respuesta común y esperada por Carlos, quien no dejó seguir sumergiendo a su preciada familia en inútiles palabras, silenció con un abrazo confortante al castaño, dándole a entender que nada era mentira, su padre falleció, perdió los recuerdos de varios años, pero él estaba allí para él, esta vez si podría llorar junto a él.

Las lágrimas ruedan sin control alguno, los puños se forman como una barrera para detener aquellas saladas delatoras, sin embargo, el sentimiento de perder un ser querido no se borra con simples esfuerzos, lo mejor para nuestro protagonista es soltar todo.


La habitación es inundada por el delicado aroma de dos hombres afligidos, un aroma desalentador para las tres personas que están impacientes por ver al castaño. — ¿Qué es lo que ha pasado con Dorian? —es la pregunta que se hacen los hombres que están por tirar la puerta de la habitación 24.

— Se detuvo —aclara el azabache. 

Después de unos minutos que parecieron horas se detuvo la melancólica esencia, aún Carlos no explicaba la situación ni salía de la habitación; Carl sostenía la mano de su amigo con fuerza, esperando a que su amado llegara con una buena noticia, mas en el fondo sabía que algo iba mal.

— ¿Podrías entrar, Mitch? —se logró escuchar tras la puerta.

La sensación amarga que nacía desde el estómago hasta la punta de la lengua de ambos omegas les hizo fruncir el ceño, Cheiz se sintió herido y enojado con Carlos por dejar pasar a un desconocido, después de tantos minutos sólo abría la boca para nombrar a aquel pelirrojo, mientras que Carl sintió una punzada al ver la confianza que tenía en aquel chico que apenas y ha visto, los celos estaban invadiéndole como parásitos. 

Si el chico se hubiese demorado un poco mas en entrar, ambos iracundos jóvenes le hubiesen desgarrado por instinto. Lo último que vieron antes de volver a sumirse en el silencio fue la espalda del pelirrojo, los colores de su camiseta estarían esparcidos en el suelo de no ser por lo rápido que huyo del pasillo hacía la habitación.






— La bolsa morada te pertenece a ti, la negra es de Dorian, en la azul hay varias frutas y la blanca tiene algunas de las golosinas que le gustan a Dorian —explica el pequeño pelirrojo, ambos alfas apenas y entendieron.

— Dorian, él es Mitch, te hiciste amigo de él hace poco —estas palabras descolocaron al omega, pero no fue impedimento para echarse sobre los brazos de su amigo. — Es muy cariñoso.

— ¡Me preocupaste mucho, demasiado, bastante, excesivamente! —recita apretando el abrazo.

— Lamento haberte preocupado —la formalidad apenas y puede manejarla el alfa, su educación es excelente a sus 23 años de edad, gracias a la habilidad que tuvo que adquirir para entablar conexiones desde hace varios años— Pero no me toques así como así —a pesar de ello, ahora solo está el Dorian de 17 años que conoce la vida tanto como un prisionero a su celda, ciego del mundo.

— Mitch, te lo diré, quiero que entiendas a Dorian y su rebelde actitud.

Una explicación breve fue captada por el chico, su boca casi cae al suelo y un grito alerta a quienes intentas escuchar tras la puerta.

— Molesto —se refiere al chico, su lengua afilada logra que el omega le vea incrédulo— ¿Cómo es que me hice su amigo? 

— ¿Olvidó seis años de su vida o fue cambiado por un abuelo gruñón? —refunfuña Mitch buscando entre las bolsas, reparte las prendas y una fruta a cada uno.— Espero que recuperes tus recuerdos y me invites una ronda otra vez, me la debes.

La honesta sonrisa esbozada por el de ojos verdes tranquiliza el ambiente, todos los de la habitación parecen calmarse, ingenuos de lo que crece en los corazones de los omegas fuera del lugar.

— Se me comen todo los que les traje, sobre todo tu —señala al de cabellos cafés— no te has levantado de esa silla desde hace nueve días, come, come y recupera energías —con voz de madre les obliga a devorar todo lo de la  bolsa azul.

— ¿Eres un omega? —cuestiona mientras come el recién despierto.

— Sí, y tu un niño sin modales. No hables mientras comes, Do-Dorian. —escuchar el apodo hizo que se sintiera mejor, su mamá no estaba presente pero el chico tenía el rol de madre en marcha.

— No somos pareja o algo así ¿verdad? —pregunta nervioso.

— Pfffffft —una burla relaja más el ambiente tenso que había desde que entró en la habitación— Somos amigos, tu me has adoptado —dice agradecido el pelirrojo, en su mente pasan los recuerdos de aquella noche, de las palabras que salvaron su dignidad— Te estoy agradecido y por ello, cuidaré de ambos, así que es mejor que nos llevemos bien desde ahora.

— Es molesto pero aterradoramente honesto, Carlos —asiente mientras aprieta la mano del chico— Si no somos pareja, eso quiere decir que es alguien más ¿quién? —un crujido le hace ver luces por algunos segundos, su mano derecha sostiene su cabeza para volver a ver con más claridad— Yo... con quién---

— No te llenaremos de información ahora, te tienen que revisar y m-----

— ¿Dónde está Samuel?... Yo, él no es m---- ¡Quiero ver a Samuel Mckenner ahora!

Return [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora