Spin-off: Inflexible como el hierro.

177 29 17
                                    

•• <<────≪•◦✧❁✧◦•≫────>> ••

"No estoy en este mundo para cumplir con tus expectativas y tú no estás en este mundo para cumplir las mías".

 Bruce Lee

•• <<────≪•◦✧❁✧◦•≫────>> ••

.

Mi primer pensamiento cuando vi por vez primera a Edea fue: "Una mocosa como esta se merece una reprimienda, cachorro o no, debe aprender a no cruzar los límites del territorio de otro dragón". Esa vez la hice llorar, solo me bastaron unos pequeños rugidos para que se fuera corriendo con su menudo cuerpo y larga melena negra que, con cada paso, despedía escarcha congelante, me había parecido curioso que una cría como ella hubiera llegado a mis tierras sin haberse topado con algún otro miembro de mi corte, aún más que se atreviera a darme peroratas de buena conducta cuando ella solo era una cachorra que seguro no superaba los 50 años de vida; había estado desconcertado más que nada por su osadía y ejército de palabras dichas que a duras penas había comprendido, nunca había creído que existieran seres que hilaran tantas palabras por segundo... Bueno, en retrospectiva, en aquel entonces era un rey al cual no le interesaba su corona, de hecho ni siquiera había querido convertirme en el regente de los míos, simplemente había estado en el momento y lugar incorrecto siendo obligado a asumir un puesto que aborrecía... fuera que, así como yo, la mayoría de los dragones negros preferían mantenerse en sus bosques y pantanos que armar asambleas, como los reyes draconianos más amantes de su cargo ejecutaban cada cierto tiempo, como había escuchado que lo hacían periódicamente el rey Ixion, el Azul, o Valefot, el Plateado.

En aquellos tiempos remotos la ley era simple, defender las tierras de cada cual con todo y contra todos, y yo en lo personal sabía muy bien ejercer ese dictamen; no había nadie que no conociera el nombre de Bahamut, El Sanguinario, y a decir verdad me sentía orgulloso de él, era imponente y temido, y eso me hacía vivir tranquilo en mis marismas, sin verme en la necesidad de relacionarme con nadie, viendo pasar los días a mi antojo. No perdonaba a nadie que osara a entrar en mi reinado, mucho menos tocar mis tesoros; derramar la sangre, sobre todo de aquellos monos lampiños que comenzaban a creerse tan superiores y a los cuales llamaban humanos, la sangre de ellos, era casi la ambrosía que mis garras y fauces disfrutaban sin culpa alguna...

Bueno, aquel fue un tiempo donde era una bestia más que nada, para mí era absolutamente normal, no conocía la culpa ni la compasión, ¿y para qué en realidad? Así vivía bien, no obstante, todo cambió cuando fui derrotado por primera vez, atónito, en un combate que no había durado más que el tiempo que demoraba la briza de verano en desnudar a los dientes de león, había sido arrojado a tierra por una mujer de naranja cabellera y negros ojos, quién, a mi desconcierto, era la aprendiz, sí, la aprendiz, de la cría de dragón de hielo, apodados también como dragones de diamante, que había hecho llorar el día anterior... cuando fui vencido por la implacable Beratos, es que me di cuenta que habían alguien más sobre mí... y ese fue el momento en que comencé a pensar que había algo más que solo destrozar.

Los dragones en su generalidad han sido conocidos por ser seres solitarios, caprichosos y celosos, y no es una idea tan errada, ya sea en este mundo o en cualquier otro mundo a lo largo del cosmos, siempre nuestra especie ha sido rígida en cuanto a sus creencias, incluso si se dice que nacimos directamente de la energía pura de la Creación y por tanto somos protectores innatos, en más de una ocasión aquello se ha convertido en un arma de doble filo, haciendo que muchos optáramos por vivir aislados, supongo que el instinto de conservación influía demasiado en ello. En mi caso, esa rigidez se acentuó en cuanto al poder, el rey de aquella época, el Gran Bargöth hijo de Botgnar, descendiente a su vez de héroes que se remitían a los Tiempos Prestigiosos de los Inicios, había sido un monarca por el cual se sentía un enorme temor y respeto, tanto que incluso el rey Ymirt de los rojos por siglos no se había atrevido a cruzar mandíbulas, Bargöth era un fiel defensor de las leyes draconianas, su cuerpo mostraba las yagas de antiguas batallas y el peso de sus pasos obligaba a bajar la mirada de hasta los más bravos dragones negros... El rey tenía cinco esposas de las cuales tenía cinco hijos, todas descendientes de linajes respetados y cuyos ancestros estaban grabados en la historia de nuestra raza, además de ellas, tenía una concubina predilecta, Yima, jefa de todas las sirvientas y administradora de la corte, Yima era su preferida y la envidia de las cinco esposas... no solo era la más hermosa e inteligente, Yima... se había atrevido a dar a luz a un bastardo del rey... es decir, a mí...

El Legado de Rapsodia (Temporada 2) [Eldarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora