Mundo aparte.

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En todas sus locas pesadillas, Sam jamás imagino a Lucifer sosteniendo un bebé en su cocina, justo cuando despertaba. Se restregó el rostro antes de recordar que ahora vivían bajo el mismo techo. Satán parecía un padre promedio, con el pijama mal abotonado y los rubios cabellos despeinados.

- ¿Y Cas? – Interrogó sin siquiera dar los buenos días.

- Lavando ropa. – Respondió Luci, con la voz rasposa. – ¿Sabes cómo hacer que se quede quieto?

- Ni siquiera sé cómo es que logramos convencerlo de venir aquí.

El ángel y Dean entraron a la cocina con mala cara, Lucifer no tenía que ser genio para saber que habían peleado y tenía todo que ver con él. Paso al bebé a brazos de Castiel, con sumo cuidado de mantener su sueño.

- Hay que comprar pañales. – Dijo el arcángel, rellenando de café su taza. – De nuevo.

- ¿No pensaran salir solos? – Intervino en la charla el Winchester mayor.

- No sabrías cuales comprar. – Objetó Cas.

Y la discusión que había sido cortada a medias en el pasillo, se retomó en la cocina, con una falsa tranquilidad. Llegaron a una resolución que no hacía feliz a nadie pero solucionaba el problema. Castiel y Dean fueron de compras, mientras el bebé quedaba a cargo de Satán y el hermano menor.

- ¡Hey! Me trae recuerdos esto. – Dijo Luci, sonriendo sínicamente.

Sam solo tenía retazos de pesadillas con ese sujeto y era todo lo que podía recordar. Le miró con mala cara y estuvo a punto de irse, pero el rubio presentó a Jack justo enfrente suyo.

- Sostenlo. – Pidió el arcángel.

El castaño lo dudo un minuto, pero el nephilim parecía absolutamente indefenso. Lucifer desapareció hacia las habitaciones, desapareciendo de la vista del bebé. Sam presencio segundo a segundo como la expresión de Jack cambiaba a pánico. Intentó calmarlo balanceándose, ofreciéndole el chupón que colgaba de su ropita; pero acabó llorando con todas sus fuerzas.

Con tranquilidad, su padre regreso, con prendas para cambiar por el pijama que el bebé tenia.

- ¿Por qué tanto alboroto? – Dijo Lucifer, acallando solo con el sonido de su voz el llanto enajenado.

El niño volvió a brazos de su padre sin preocupaciones, mientras que Castiel no se tardará demasiado en sus compras. Luci lo preparó para cambiarlo y no quitó su sonrisa en ningún momento.

Sam pensó en aquello que sufrió en la jaula. De esos oscuros pensamientos que a veces se nos atraviesan sin control, imaginó cuanto Lucifer sufriría si algo le pasaba a Jack. Podía ver lo importante que se había vuelto su hijo, cuanto quería al pequeño, cuanto sufrimiento podría cobrarse su perdida.

Pero tambien sopesó sobre la forma en que parecía más preocupado por el bienestar del pequeño que por su propia comodidad. Obviamente que Satán les odiaba tanto como los Winchester a él, pero Jack estaría más a salvo aquí y eso es lo que importaba. Incluso Castiel y Lucifer habían logrado entenderse por el bien del bebé, eso era realmente mucho.

Había un cambio, lo veía en la sonrisa del rubio. No había sadismo en el gesto, solo existía completa felicidad por tener la oportunidad de tener algo tan importante entre sus brazos.

- ¡Listo! – Dijo, levantando al bebé en brazos. – Cas va a volverse loco con lo guapo que estas. – Alago provocando una mueca de sonrisa en el bebé.

Sam se sentía como un fantasma, ambos parecían obviar que seguía allí. Lucifer estaba en un mundo aparte, en que solo importaba una cosa, y así se mantuvo hasta que Castiel llegó.

El ángel entró sin problemas en esa burbuja de paternidad y ocupo por completo la atención del nephilim y de Lucifer, logrando lo que Sam creía imposible. Jack de nuevo pasó a brazos del morocho y ahora... eran solo tres en un mundo aparte.

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