No tan fuerte.

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Mientras ayudaba a Jack a acabar su muñeco de nieve, Lucifer no paraba de pensar. Parte de él deseaba ser llamado a casa, pero enfrentar la verdad de no volver a ver a alguien tan importante, era difícil. No se imaginaba como iba a enfrentar una nueva vida sin Castiel reprendiéndole y guiándole a la vez, era como dejar una silla de ruedas sin tan siquiera haber puesto jamás tus pies en el suelo.

- ¡Papá! – Llamó Jack, justo antes de tirarle una bola pequeña de nieve que no supero la altura de sus rodillas.

- ¡Oye! – Fingió estar herido. - ¿Cómo tratas así a tu padre? – Rio.

El niño intento huir de sus brazos entre risitas y su torpe correr en la nieve. Lucifer decidió aferrarse a ese momento y buscar olvidar su futuro.

Pero la llamada llegó de todas formas. No dejó que Dean acabase de hablar, tan solo apareció en la sala, alzando a Jack. Bajó al niño cubierto de nieve y subió sin pensar las escaleras. Solo quería verlo, quería sentir el último atisbo de calor en el cuerpo de su pareja.

Rowena lo vio subir y tan solo se apartó, siendo también ignorada por el arcángel. De repente se detuvo frente a la puerta entreabierta de la habitación, dándose cuenta de que no era tan fuerte.

Escuchó el quejido suave de un bebé venir del interior y dejó escapar todo el aire en sus pulmones, como si alguien lo hubiera golpeado en el abdomen. Cerró los ojos en busca de valor, y solo encontró lágrimas. No era tan malditamente fuerte como deseaba ser.

Empujó la puerta con suavidad, dejando que esta se deslizará por aquel simple roce, desvelando la imagen.

La luz anaranjada del atardecer se colaba por la ventana, volviendo oscuras muchas de las figuras en la habitación. Lucifer dio un paso al interior, y escuchó otro pequeño quejido de bebé.

- ¿Cas?

Allí estaba, sobre la cama. Los brazos del ángel estaban sobre una pequeña silueta sobre su pecho. El bebé volvió a quejarse y removerse en su sueño... y Castiel dio un profundo suspiro, elevando al niño sobre su pecho.

Estaba vivo.

- Él está cansado. – Dijo Rowena. – Ya le pedí a los chicos que preparen algo para el bebé, y yo lo vestí antes de dárselo a Castiel.

- ¿Está vivo? – Preguntó lo evidente, sin creérselo.

- Subestimas al ángel. – Dijo divertida la bruja. – Esta no es su primera guerra, ni será la última.

Entonces, se permitió acercarse definitivamente. Bajo la suave manta que una vez había contenido al lloroso Jack de minutos de vida, ahora reposaba un diminuto bebé, el hermano menor. Con cuidado de no despertarlo y sonriendo por tenerle aún, apartó las manos de ángel.

El recién nacido paso a los brazos de "Papá Luci". Se removió y quejó un poco, pero enseguida se acostumbró al nuevo calor.

- Hey, hola... - Susurró suave. – Bienvenido a la familia de "Ángeles caídos".

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