Llamado de auxilio.

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Una noche más, daban vueltas en auto por la ciudad, cada vez reduciendo más la zona de búsqueda. Lucifer masajeaba sus sienes, con los ojos cerrados por completo. El ángel le observaba de vez en vez, esperando que dijese algo sobre sí debía ir más al norte o al sur.

Estaban cerca de la entrada al cielo, Castiel la veía pasar cada cierto tiempo y habían barajado en la posibilidad de que Jack estuviese allí. Pero, con una muy baja señal, Lucifer no podía estar seguros, y no iban a bajarse a simplemente preguntar si su hijo estaba allí.

- ¿Quieres que paremos a comer algo? – Sugirió el menor. – Quizás te estas agobiando demasiado con esto.

Satán abrió los ojos y apartó sus manos de la cabeza, suspirando con cansancio. Si había recuperado gracia súbitamente, la había perdido con la misma rapidez en días. Giró su mirada cansada hacia el ángel, elevando una ceja a su propuesta.

- Estamos tan cerca... - Rezongó con un hilo de voz. – Solo déjame un rato más.

Castiel podía ver la preocupación en su ser, pero también notaba cuan desgastado estaba. Nadie moriría porque se detuvieran un minuto a comer y Lucifer terminó por ceder a su lógica.




Jack gateaba libremente por la oficina de Metatron, tomando cualquier cosa del suelo y jugando por muy peligrosas que esa cosa fuese. Había estado tranquilo y los ángeles habían sabido afrontar muy bien su crianza uniendo fuerzas.

Sin embargo, la gracia que colgaba del cuello del bebé, era su más grande truco. El nephilim se sentía confiado si ese pedacito del ángel estaba con él, como dormía junto a Lucifer y sentía esa gracia familiar deambular por el cuarto.

Pero algo le incómodo. Detuvo su paseo y se sentó bajo el escritorio, con su espalda contra la madera. Era una sensación extraña. Sentía la gracia de Castiel contra su pecho, pero también lograba sentirla lejos, como una luz brillando en el horizonte. A veces se alejaba, y otras se acercaba demasiado.

Había algo que estaba mal, no podía haber dos Castiel. Su diminuto corazón llenó de sentimientos simples se confundió demasiado, y todo lo que podía hacer era llorar para llamar a su ángel.



Estaban a punto de dar la vuelta hacia la hamburguesería a unas cuadras, cuando Lucifer puso su mano sobre el volante e hizo detener a Cas sin decir palabra. De repente, podía sentir a su hijo con tanta nitidez que miró al cielo estrellado, como si esa fuese una ventana por la que pudiese verlo.

Castiel no comprendío en los primeros segundos, pero luego tuvo que tapar sus oídos. Jack lloraba con todas sus fuerzas, llamándole a través de la radio ángel pero sin poder crear palabras compuestas, solo un llanto estridente. El cielo comenzó a nublarse y los truenos a retumbar.

Jack estaba llamando. 

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