Enemigo. - Parte 1.

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A estas alturas, era extraño que Jack se despertará en medio de la noche. Sin embargo, a Cas le gustaba darse una vuelta por su cuarto cada tanto. La luz de luna llena se colaba por la ventana, entregándole una hermosa imagen de su bebé durmiendo. Sonrió a ello y dejó caer su pensó en la pared. Las noches eran tremendamente relajadas ahora.

Jack se removió en su cuna, frunciendo el ceño a una pequeña molestia. Pero pronto estalló en llanto como si alguien le hubiese lastimado inesperadamente. Cas corrió a él, pero sus arrullos no le calmarían. Esta situación ya le había pasado antes, y solo significaba mal augurio.

Con el cabello despeinado y ropa de pijama, Lucifer apareció en la habitación después de unos minutos.

- ¿Qué le pasa? – Preguntó mientras se frotaba los ojos.

- No me gusta nada esto. – Dijo el ángel, asomándose por última vez por la ventana para correr las cortinas luego. – Sé que llora por algo, Lucifer.

El arcángel sabía perfectamente a que se refería el ángel con "algo". Bajo inmediatamente las escaleras, mientras Castiel cubría al pequeño con su manta y seguía al rubio.

Todo estaba bien asegurado y no sentía presencias a kilómetros, pero... había "algo" en el aire. La casa era impenetrable en cuestiones sobrenaturales, el ángel se había encargo de ello hace mucho, pero sentían que nada de eso iba a protegerles esta noche.

El viento se volvió repentinamente avasallador en cuento intento acercase a la puerta, por lo que Satán dio un paso atrás. Un enemigo se acercaba pero solo Jack sabía de qué se trataba. El ángel se aferró al pequeño con todas sus fuerzas, como si alguien amenazará con quitárselo, observando a la misma dirección que el rubio. Deseaba volver a la seguridad que sentía tener hace no más de cinco minutos.

- Dime que no es Dios. – Rogó Castiel, como una súplica al destino que no escucharía nadie.

Si Chuck había acabado con sus eternas vacaciones para venir a por su nieto, Lucifer iba a morir y se llevaría a su padre con él. Jamás permitiría que ese sujeto atravesara esa puerta con aires de grandeza para nuevamente arruinar su vida que poco a poco cobraba sentido.

- Si es él, deseará nunca haber venido.

Se escuchó un golpe fuerte contra la casa, haciéndola temblar, e instintivamente el arcángel atrajo a Castiel y su hijo para protegerlos entre sus alas. Fuese lo que fuese, estaba seguro de convertirse en una distracción para eso y permitir al ángel y su hijo escapar.

Dio un paso adelante, hacia la puerta, pero Castiel le detuvo.

- No vayas, es peligroso.

- Los sacaré de aquí sino podemos enfrentarlo, Cas. – Dijo el rubio.

- Ese no es el problema. – Sentenció el menor, con ese tono de enojo que usaba para reprenderlo.- No voy a permitir que te pongas en riesgo.

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