Lo eres.

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- Vamos, hermano. Tú, el pequeño Jack, Michael, y yo. – Dijo el visitante de otra realidad. – El perfecto final del universo absoluto.

- Es el plan más estúpido que he escuchado. – Desestimó el rubio.

- El plan es discutible, la alianza no.

No iba a ceder, por mucho que "Mike del otro lado" intentara convencerlo. Su mirada vagaba de vez en vez hacia el ángel y Jack a sus espaldas. No iba a cambiar de parecer, dio un paso al frente. Brazos cruzados sobre su pecho, mentón arriba.

- Se acabaron los jueguitos, copia barata de mi hermano.

Con los mismos aires de grandeza, Michael dio un paso hacia su hermano. Rojo y celeste se enfrentaron una vez más. El llanto de Jack cesó por completo y Lucifer sonrió.

- Te lo dije.

Dorado inundó la habitación, un portal se abrió en plena sala, reventando cada luz cercana. El mismo portal que había dejado salir a Michael, estaba enfrente de él a manos de un pequeño bebé. Los ojos de Jack estaban encendidos en dorado, con una seriedad que sus mejillas húmedas no acompañaban; Castiel le abrazaba aún, rehusado a soltarle.

Lucifer intentó tirar de la chaqueta del otro arcángel pero, en cualquier realidad posible, Michael era un excelente luchador. En dos movimientos, fue Satán el más cercano al portal y quien estaba en desventaja.

Castiel estaba tentado a ayudar en esta lucha de fuerzas, pero no podía dejar a Jack. En cambio, el nephilim estaba decidido a cumplir los deseos del ángel. Los arcángeles fueron golpeados hacia el portal. Michael lo atravesó. Lucifer logró aferrarse a la mano que Cas le ofrecía.

El portal se cerró en un parpadeo y Jack volvió a llorar, despertándolos del shock. Habían caído en el suelo, con la respiración agitada y sin comprender del todo que había pasado.

- ¿Están bien? – Dijo Lucifer, intentando ponerse de pie. – Eso fue... aterrador.

Castiel apartó las lágrimas del bebé y revisó que estuviese tal y como lo había tomado de su cuna.

- Estamos bien.

Un rato después, el pequeño ya dormía, pero sus padres no se atrevían a devolverlo a la cuna. Habían pasado en minutos por demasiado terror, y perderlo sería su pesadilla esta noche.

Estaban en silencio, sentados en el sofá, viendo al bebé dormir profundamente sobre el pecho de Castiel. La noche parecía mucho más callada que nunca, la calma luego del desastre.

- Pensé que lo perderíamos.- Admitió el ángel, peinando los suaves cabellos rubios del infante.

- No hay porque temer. – Dijo Lucifer, besando la frente de su hijo. – Estamos bien.

Fue una confirmación a una promesa pasada, un dictamen de paz, un pasado buscando ser profecía. Miro a los azules, apenas dándose cuenta de lo cansados que parecían.

- Me salvaste. – Recordó el arcángel.

- Eres importante.

Susurraban, aun sabiendo que el nephilim no se despertaría. Se miraron, como aquel momento en medio del caos, compartiendo dolor.

- ¿Por qué lo seria? – Interrogó Luci, con sus ojos dudando del menor.

Estaban tan cerca, tan solo separadas por la pequeña figura de Jack entre ellos. Respirando el mismo aire. Se les hizo tan distante.

- No lo sé... - Admitió Castiel, antes de fundirse en los labios de su mayor enemigo. 

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