Mirar celeste.

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Poco a poco, Jack iba sintiéndose más seguro sobre sus piernas. Daba pacitos tambaleantes, ayudado de sus padres, pero cada vez adquiría más soltura. Cas besó su mejilla para felicitarle por otro recorrido bien hecho, a lo que el bebé se lanzó a sus brazos. Estaba orgulloso de sus avances. Jack crecía fuerte y sano, tanto como Kelly lo hubiese deseado.

Los ruidos en la cocina llamaron la atención de ambos. Jack se soltó de su agarré y comenzó a gatear hacia la cocina. Lucifer estaba preparándose el desayuno y también el de su hijo. Castiel estuvo a punto de ir tras el bebé, pero decidió mejor quedarse sentado en la alfombra de la sala, observando como usaba los cajones para pararse a un lado de Satán.

Las cosas eran incomodas entre ellos, como nunca antes lo fue. Incluso siendo enemigos, incluso con las desconfianzas, la distancia había sido mínima.

- ¿Qué haces aquí? – Preguntó Luci, antes de alzar al pequeño.

Esa noche no estaban muy seguros de lo que paso. Solo fue un beso, inesperadamente reconfortante. Habían pasado por otro gran susto, y quizás solo necesitaban de la seguridad de otro.

Sin embargo, esto venía de mucho antes. Cada vez que algo pasaba con Jack, parecían dar un paso más el uno hacia el otro. El ángel supuso que la distancia simplemente se había acabado. No estaba muy de acuerdo con los deseos de su corazón, pero quería que su bebé viviera de nuevo en un campo de guerra.

Bueno, quizás no pelearan ahora... pero ni siquiera hablaban. No hay peor guerra que el silencio, decían.

Lucifer escuchó al ángel subir las escaleras, mientras intentaba que Jack no se tirara desde su hombro. Suspiró, hastiado de vivir así. Cas no podía tan siquiera mirarle a los ojos y su único mecanismo de defensa fue escaparse. Si alguna vez persistían en la misma habitación por más de cinco minutos, sería por el nephilim.

Dejó al niño beber su biberón sentado en su sillita y él tomó su café. Amaba probar solo la espumante superficie primero. Alejó la calidez de la taza y aspiró el aroma. Cerró los ojos y vio al morocho. Sus labios eran tan suaves y cálidos como la superficie del café. Recordó que, en aquel segundo, advirtió que Cas olía a crema chantillí​.

Era extraño, hasta podía sentir el azúcar en su boca de pensarlo. Quizás fuese por alguna receta que había probado poco antes, o tal vez era alguno de esos perfumes de bebé que no podía evitar impregnarse en toda tela.

Pero le gusto, todo de aquello le gusto.

Sabía perfectamente que Castiel también había querido hacer eso, no le había obligado ni manipulado en lo más mínimo. Por lo que estaban parados en el mismo lugar, pero el ángel seguiría negándolo.

Podría enfrentarlo, pero el gran Lucifer estaba horrorizado por la idea del rechazo.

- Estamos jodidos, Jacky.

El bebé le miro por encima de su biberón, con absoluta confusión. La mirada confusa de Cas estaba en él, y aunque el morocho le evitará, Lucifer siempre tendría un par de celestes sobre él. 

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