Masacre.

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Recibir esa llamada fue salvación. Sam dijo que habían probado el antídoto en Claire, y parecía que funcionaba. Podía fallar a la larga, pero creían necesario utilizarlo en Lucifer por sí este intentaba salir de la caja por sus propios medios.

- Creemos más adecuado que no vengan. – Pidió el Winchester. – Podría ser peligroso como dijo Lucifer.

- Entiendo pero es aún más peligroso para ustedes.

- No te preocupes por eso, estamos preparados, Cas. – Trato de apaciguar su angustia Sam. – Nos hemos enfrentado antes a él

- Solo... tengan cuidado.

Se despidió, con las palabras "No lo lastimen demasiado" atoradas en su garganta. También le preocupaba que podía pasarle al arcángel. Sus amigos eran muy buenos en su trabajo, y... no creía que tuviesen piedad.

Guardó su teléfono y volvió a prestar atención al pequeño rubio que le entregaba una hoja como regalo. Estaban en el patio de la casa, caminando por ahí y apreciando el anaranjado atardecer cuando la llamada interrumpió. Castiel no quería que el bebé pensará que algo estaba mal, era mejor que creyera que papá solo se había ido por un par de días y pronto regresaría.

- ¿Alguien por aquí quiere leche, galletas y dibujos animados? – Se hincó a la altura del menor.

- ¡Yo! – Gritó como pudo, a través del chupón en su boca.

También era bueno que él mismo se distrajera para no pensar en lo que sucedía en el bunker.





Los hermanos hicieron seña a los demás cazadores, todo el mundo estaba listo. Armados hasta los dientes, esperaban el peor de los caos.

- Yo lo hago. – Se ofreció Dean.

Con mucho cuidado, el Winchester mayor quitó los candados y las cadenas. Deslizó los cerrojos y no alcanzó a apartar la tapa. Aquello explotó en cuanto se vio libre de impedimentos. Las alarmas saltaron, volviendo el bunker rojo... como el par de ojos carmesí que brillaron frente al par de hermanos.

- I'M BACK, BABY.

Tenían esperanzas de que nada le hubiese afectado mucho, pero Lucifer era ira en carne viva.





Jack se había dormido sobre el sofá, aferrado a su biberón vacío. Le cubrió con una manta suave, y se dedicó a preparar la cena. Sam no le había llamado aún y no sabía que tan bueno era eso.

Estaba cortando las verduras, cuando escuchó aquel aleteó. Vio el reflejó rojizo en su cuchillo de cocina y se giró.

- Lucifer.

- ¡Te encanta dejarme solo, ¿cierto?! – Reclamó, en absoluto enojo.

Quiso retroceder, pero estaba contra la mesada de la cocina. El arcángel dio un paso adelante y Castiel se asió a un cuchillo de cocina que no le serviría de mucho.

Doradas cadenas envolvieron al rubio, deteniendo cualquiera de sus movimientos. La pareja observó extrañada aquel manifiesto, hasta que se percataron del bebé sobre el sofá.

Parado sobre la manta en la que antes descansaba, Jack mantenía su puño elevado y bien apretado, conteniendo a su propio padre. El dorado de sus ojos compitió con el carmesí de los de su padre.

- ¡SUELTAME! – Exigió, pero el niño ni siquiera parpadeo.

No entendía que sucedía, ni tampoco era demasiado consciente de su propio poder, pero solo le importaba proteger al ángel. Castiel intentó razonar con el mayor, encontrar algo de cordura en él; pero no le escuchaba. Estaba cegado por un odio que no tenía razón de ser.

El tiempo pasó volando en aquella tensión. El ángel se percató del ruido de autos acercarse a toda velocidad y frenar en la entrada. No alcanzaba la puerta, y tampoco tenía opción de moverse de donde estaba, por lo que uso su gracia para abrir la puerta. Lucifer se puso peor con ello, pero no debilitó ni un poco los amarres de su primogénito.

Los Winchester habían pensado que sería demasiado tarde para cuando llegaran, atosigando sus mentes con millones de imágenes del niño y Castiel muertos. Sin embargo, respiraron con más tranquilidad viendo al arcángel atrapado. También fue un alivio para el ángel saber que no había una masacre en el bunker.

- Cas. – Encontró Sam al ángel, arrinconado contra la mesada.

El bebé seguía sobre el sofá, como en un extraño trance, ajeno a cualquier otro sonido o movimiento.

- Inyéctalo. – Pidió Dean, para que esta pesadilla terminase de una vez.

En cuanto el antídoto circulo por su sangre, Lucifer perdió el conocimiento por completo. Las cadenas a su alrededor se extinguieron poco a poco, dejándole caer al suelo. Castiel inmediatamente se arrodillo a su lado, notando solo ahora cuan enfermo parecía. Ojeras, fiebre y palidez era todo su rostro.

- Estará bien. – Aseguraron los Winchester, mientras ayudaban al ángel a colocar a Lucifer en el otro sofá.

Sentado como indio, sobre la mantita, Jack observó todo en silencio con sus grandes azules.

- ¿Estás bien, cariño? – Solo necesito de esa pequeña atención para que sus ojos se llenaran de lágrimas.

Castiel le alzó justo cuando estalló en llanto, asustado por creer que había lastimado a Lucifer de nuevo. 

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