Tu absoluta atención.

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Dentro de todo, Jack era un niño muy tranquilo y disfrutaba su tiempo de juegos en la pequeña alfombrita de textura suave. Hoy balbuceaba con formitas de goma que se llevaba a la boca de vez en vez, parecía entretenido entre los colores y aquel peluche que tenía sonajero.

- ¡¿Dónde pusiste el babero, Cassie?! – Se escuchó a Lucifer gritar desde la habitación.

Cas blanqueó los ojos, se levantó de la mesa que compartía con Sam y fue hacia allá.

- Cuídalo un minuto. – Pidió al cazador.

El menor observó por donde el ángel había desaparecido, como si eso hiciera que regresará más rápido. Entonces, se atrevió a bajar la mirada. En el último tiempo, Jack había tornado sus grises ojos a un celeste azulado, definiendo finalmente el color de ellos. Por lo que ahora, Sam tenía un par de océanos sobre él, inspeccionando sus movimientos.

- Hey... - Le saludó infantilmente abriendo y cerrando la palma.

Ya era difícil para Dean que se creía un experto en bebés, para Sam sería un suplicio congeniar. Ya llevaban mucho viviendo bajo el mismo techo, pero las veces que el castaño alzó al bebé eran contadas con los dedos de una sola mano.

Con mucho cuidado, como si un movimiento brusco hiciera al nephilim atacarle, se acercó y arrodillo frente a él.

- Hola, Jacky. – Era así como Lucifer le llamaba y pareció extrañar al bebé escucharlo de alguien más.

Jack extendió su mano hacia él, intentando tocarle por el simple amor al arte y Sam le tomó la manita. Apenas alcanzaba a envolver un dedo del cazador en su puño. El mayor agito suavemente su mano, fingiendo un saludo formal.

- ¿A qué juegas, eh?

Tomó el peluche que emitía sonidito al moverse, y enseguida, el nephilim quiso ir hacia él, haciendo el esfuerzo de gatear. Sam le pasó el juguete y Jack se lo llevó a la boca. Pero la emoción le duro poco, olvidó el muñeco a un lado y gateo hasta Samuel.

- ¿Qué haces?

En una especie de quejido o lloriqueo bajito, Jack estiró sus manos hacia el cazador. No estaba seguro si era lo que el bebé quería, pero lo tomó en brazos. El rubio se distrajo con el cuello de su camisa a cuadros y Sam pensó que esto no era tan difícil como parecía. Ayudándose de la mesa, se puso de pie. Era un enorme logro para él, finalmente sostenerle sin que Jack se inquietara por lo mínimo.

- No eres tan difícil para congeniar, ¿No? – Habló con el pequeño que le contesto con balbuceos sin sentido.

Dean entró con sus seis cervezas recién compradas y le miró con una ceja levantada. Sam sonreía todo orgullo.

- Estuvo tranquilo por más de cinco minutos. – Presumió.

- ¿Qué le diste para lograr tal hazaña? – Rio el mayor.

Pero entonces, la voz de sus padres se escuchó en el pasillo, discutiendo sobre quien sabe qué. Jack los escuchó atentamente y vio a Castiel entrar, enseguida fingió un mohín triste.

- ¡Oh, no! – Alcanzó a decir Sam antes de que comenzará a llorar y patalear en busca de su padre.

Y no era la primera vez en este mes, Samuel descubrió el patrón. Jack lloraba cuando Castiel se acercaba o andaba cerca, pero si estaban solos, no tenía problemas en estar en brazos de Sam o Dean.

De vuelta acunado contra el hombro del ángel, Jack pestañeaba hacia el sueño profundo. Los Winchester se dieron cuenta de que era una necesidad de llamar la atención del ángel; y tampoco era algo que hiciera con Lucifer, solo se trataba de Castiel.

Jack necesitaba de la atención de su ángel.

- Mimado. – Le acusó Lucifer. 

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