Abandono.

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Si era imposible mantener quieto al padre, mucho menos lo lograría con el hijo. Jack no podía llevarse en el portabebés y mucho menos en el cochecito, por lo que iba parado en el carrito de la compra.

- Cuida que no se caiga. – Advirtió Castiel, mientras veía como Lucifer no era capaz de percatarse que el bebé intentaba bajarse del carro.

Era un suplició ir de compras ahora que el nephilim era mucho más activo, todo le llamaba y enseguida quería ir hacia ello sin importar los peligros. En algún momento, mientras Castiel elegía los pañales, vio gatear a Jack por el pasillo, alejándose lentamente.

Fue él quien tuvo que ir a recoger al niño, y para cuando se dio la vuelta, Lucifer no estaba. El carro de compras estaba donde se supone que estaría parado el arcángel y, por mucho que inspeccionó el lugar, no le encontró.

Seguramente habría encontrado algo interesante en que entretenerse, como siempre. Lo que le enfadaba era que dejará solo a Jack gateando por allí, además de que podía encontrar algo en el suelo y tragárselo.

Sentó al niño en la sillita del carro y siguió adelante con las compras. Había algo mal en el ambiente, como cuando tienes un mal presentimientos, pero... con el pasar del tiempo, era más similar a cuando un cuarto está lleno de humo y no puedes respirar. Ignoró también eso, más preocupado porque Jack no se comiera el paquete de cereales comenzando por la caja.

- Creó que tenemos todo. – Revisó la lista que había hecho, Jack aplaudió eso.

- ¿Papá? – Preguntó el pequeño, recordándole que no tenían todo.

Dio mil vueltas al lugar y no encontró al arcángel, era inaudito. Pagó, tomó al niño y se encaminó a salir de ahí con sus bolsas. Estaba furioso, abandonaba a su hijo y desaparecía sin decir nada, ¿Qué demonios le pasaba a Lucifer?

En cuanto salió hacia el estacionamiento, Jack comenzó a llorar con fuerza. Se abrazaba al ángel como si dependiera de ello y ni siquiera quería levantar la mirada de su pecho.

- No nos iremos sin papá, Jack, esperaremos en el auto. – Prometió el ángel.

Caminó un poco más hacia su auto y el llanto del bebé empeoró, a la vez que se removía de forma que complicaba que Cas sujetara las compras. Algo estaba pasando, tenían que salir de allí ahora.

Corrió lo mejor posible hasta el auto, dejó las bolsas desperdigadas por el suelo del asiento trasero, aseguró al lloroso Jack rápidamente y subió a la camioneta. Entonces, a través del espejo retrovisor vio a los demonios acercarse. Sin pensarlo, retrocedió para salir del estacionamiento sin importarle si pisaba a alguno de esos sujetos.

Enderezó la camioneta, y aceleró, pero allí se quedó. Un grupo de demonios, justo frente a ellos, no permitirían que el auto avanzará. Castiel puso el seguro en las puertas y preparó su espada.

- Estaremos bien, Jack.

De nuevo, como hace un tiempo, estaban en peligro y no sabía qué hacer. Pero ya no estaban del todo solos...

Los demonios, todos lo que rodeaban la camioneta, se desintegraron en polvo. El seguro de la puerta del acompañante se quitó y Lucifer subió a duras penas.

- ¡Uff! Suficiente ejercicio por hoy. – Dijo, intentando recuperar la normalidad de su respiración. – Dime que no olvidaste comprar mis chocolates. – Señalo al ángel.

- ¡¿Dónde estabas?!

- El ángel está enojado, estamos en problemas, Jacky. – Bromeó, sacándole una sonrisa a la carita llorosa del infante.

- Habló en serio, Lucifer. –

- Me tendieron una trampa, ¿Ok? – Elevó los hombros en inocencia. – Pensé que volvería en un momento a deshacerme de los demonios que sentí fuera del supermercado. Pero tenían trampa y todo el show listo para mí. ¿Ya he dicho que las trampas no son lo que eran? Pues... me escape. – Suspiró recordando todo eso. – Me he vuelto más estúpido con ustedes aquí, es como si ni siquiera pensará en los riesgos si se trata de cuidarlos.

Castiel encendió la camioneta y condujo sin decir nada. Posición firme, ojos fijos en la carretera y ceño fruncido, no podían ser buena señal.

- ¿Sigues enojado? – Inspeccionó el ambiente Luci.

- Lo siento...

- ¿Qué?

- Creí que habías sido un descuidado con Jack, cuando en realidad solo estabas siendo más precavido de lo que yo fui. – Lamentó.

Con su índice, Lucifer presionó la mejilla de Castiel, tal como solía hacerlo con Jacky.

- Así de gruñón te quiero. 

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