Trauma.

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Había notado el repentino cambio, sería evidente hasta para alguien que apenas les conocía. Jack estaba solo un poco menos pegado a él, y Lucifer no parecía molesto con el tiempo que el bebé consumía de Cas. De repente, sin razón aparente, el problema parecía solucionado.

Sin embargo, Castiel no iba a quejarse de que algo así simplemente perdiera fuerza de un día al otro, pero sentía que era mal augurio. Apartando ese presentimiento, agradeció que Jack pudiera dormir al fin. Dejó a un lado el libro que le estaba leyendo, y cargó al pequeño hasta su cuna.

El rubio cabello le había crecido bastante para la edad que tenía, y le caía por la frente despeinado. Castiel lo apartó, con una sonrisa tonta en su rostro provocada por la ternura. Le encantaba mirarle, memorizar esa pequeñez y dulzura, como si fuese a despertar de un hermoso sueño del que se aferraba.

Miró atrás, por instinto de supervivencia, sintiendo que alguien le observaba. Hacia el final del pasillo, un par de ojos carmesí brillo. Cas se asió a la cuna, como negado a alejarse del bebé por terror.

No iba a salir de la habitación de Jack.

Por alguna razón, quizás su reconocida maldad de la que se jactaba, los pasos de Lucifer retumbaron en el pasillo como en una película de terror. Satanás rio en la oscuridad, con su mejor sonrisa de blancos dientes.

- Hola, angelito.

Una fuerza ajena a él arrastró a Castiel hacia el pasillo, en contra de su voluntad.

- Jack me necesita. – Se excusó el menor.

- Él duerme. – Dijo Satán dando más pasos hacia el otro. – En un dulce y profundo sueño... toda la noche.

- ¿Qué tal si despierta? – Intentó apartarse suavemente cuando su cara casi choco con Lucifer.

- Podemos hacerlo rápido si lo prefieres. – Rio el rubio atrapando al ángel en sus brazos y rozando sus labios lento. – Aunque quisiera saborearte lentamente.

Lucifer atrapo la cinta de la gabardina que rodeaba a Cas y tiró de ella.

- ¿Qué haces? – Interrogó el morocho confundido, mirando atrás como si Jack pudiese ayudarle.

- Ven acá.




En medio de la noche, Jack abrió sus grandes ojos azules. Se restregó los ojos y miró a su alrededor. Las estrellitas pegadas en el techo simulaban un perfecto cielo y eran su única iluminación aparte de la lucecita pegada al interruptor. Según su trato, no debía molestar a Castiel hoy, por lo que se aventuraría solo.

Se puso de pie y miró hacia el suelo. Muy alto para atravesarlo y tirarse. Se dejó caer sentado y miró con frustración su impedimento. Entonces, la cuna se destrabó y cayó para ceder paso al infante. Jack aplaudió y se abalanzó a intentar bajar de allí arriba.

Tomó el peluche que Chuck le había regalado y se puso de pie para andar por el pasillo. Castiel le había prohibido terminantemente bajar o subir escaleras, pero Jack no entendía por qué, pronto lo sabría.

No era fácil bajar escalones con la poca luz nocturna que se colaba por las ventanas y sus cortas piernitas. Gateando, se las arregló para bajar dos escalones. Las vistas eran geniales, como estar en el edificio más alto de la ciudad. Podía ver uno de sus juguetes sobre el sofá, e instintivamente buscó acercarse a él, dándose cuenta de que cabía perfecto entre los barrotes con un poquito de esfuerzo.

Pero el suelo se acabó... y la sensación de caer desde muy alto fue traumática...

Pasaron solo segundos, pero parecieron años en la cabecita del bebé. Jack intentó mover sus alas, quienes habían pasado mucho tiempo en reposó desde su nacimiento, como primer instinto de supervivencia.

Y justo antes de tocar el suelo, apareció de vuelta en la cima de las escaleras. Miró abajo, donde se supone que había caído, sin comprender. ¿Qué fueron ese cumulo de horribles sensaciones? En situaciones así, solo podía llorar.

El ángel estaba tratando de volver a arreglar su cabello mojado por la ducha cuando escuchó el llanto de Jack. Lucifer despertó sobresaltado, como si el alarido de su hijo hubiese estado en una de sus peores pesadillas, vio a Cas salir a toda velocidad de la habitación y entendió que era bastante real.

El bebé se aferró a su ángel con necesidad, con el rostro surcado por lágrimas.

- ¿Qué pasa, cariño? – Se sintió culpable enseguida. - ¿Estabas buscándome?

- ¡A'to! – Jack señalaba insistentemente el piso de abajo. - ¡A'to!

- ¿Tienes un traductor de bebés a mano? – Bromeó Luci, mientras apartaba las lágrimas del bebé.

Castiel le atrajo contra su pecho y se asomó hacia abajo en las escaleras, intentando comprender.

- ¿Alto? Quizás le tema a las alturas. – Pensó en voz alta.

El morocho se decidió a bajar, para investigar por si había algo más que pudiese aterrorizar al menor de esa forma. Encendió las luces, y lo notó. Su chupón estaba en el suelo de la sala.

- ¿Cómo llegó esto aquí?

- Lo olvidaste tal vez. – Simplificó Lucifer, tomando el bebé, más tranquilo ahora.

- No, estaba sujeto a su ropa cuando lo acosté.

Pero entonces, faltaba el colorido brochecito que sujetaba el chupón. Cas y Luci vieron arriba, y allí estaba enganchado en la cima de las escaleras.

- Mi Dios... - Susurró el ángel, sintiendo que perdía su gracia. – Jack se cayó de las escaleras.

- ¡O.M.G! – Exclamó Lucifer. – ¡Es Terminator!

- Pero... ¿Voló hasta arriba de vuelta? – Sopesó el menor, recogiendo al bultito en brazos del rubio para consolarlo con más culpas.

- Conociéndolo, me creo hasta que escaló por las paredes a lo Spiderman. 

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