Váyanse.

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Se sentía bastante observado a decir verdad. Era normal cuando pasas toda tu vida intentando llamar la atención de las formas más macabras, pero hoy no se sentía muy cómodo con eso. Seguramente todos pensaban que estaba por hacer algo malo cada vez que le veían, solo agradecía que su hijo aún no fuese juzgado de esa forma.

Extendió su brazo, con la palma hacia arriba y miró instintivamente al ángel a su derecha. Jack estaba en brazos del morocho, distraído en el nuevo ambiente que no conocía. Rowena preparo la aguja y su mirada le confirmó que ella no iba a ser amable con esto.

- Espero que funcionó. – Dijo Rowena, casi en un susurro.

- Más te vale. – Amenazó Lucifer. - No está en mis planes herir la piel de mi hijo.

La aguja perforó la piel del arcángel y Jack, quizás por entender que su padre estaba siendo herido, comenzó a llorisquear. Los presentes, casi todos los que estaban en el bunker, prestaron atención al infante ahora.

- ¡Oww! No llores. – Intentó distraerle Luci, apartándole sus mechones rubios del rostro. – Estoy bien, no duele nada.

La sangre fluyo hacia arriba con atisbos de gracia brillando de vez en vez, sin que Lucifer le prestara real atención ahora. Rowena tiró con brusquedad de la aguja cuando terminó y eso si dolió.

- Maldita bruja. – Susurró Satán, mirándole mal.

Ella sonrió y se dio la vuelta hacia su mesa de trabajo. La herida se curó inmediatamente y el rubio se lo mostró a Jack para que estuviese más tranquilo.

- ¿Ves? No pasó nada.

Castiel le pasó al niño para que lo sostuviera y se tranquilizará. Entonces, el ángel se acercó a Rowena.

- ¿Es todo?

Ella volteó hacia el morocho, pero estaba pálida.

- ¿Rowena?

- Está infectada. – Lo dijo muy bajo pero, en el silencio incomodo del lugar, se escuchó como un grito.

- ¿Qué? – Intervino Lucifer. - ¿Qué está mal con mi sangre?

- Tienes el virus. – Confirmó Rowena.

Hasta el momento, sabían que los ángeles era posible que se contagiaran, pero nadie creyó que un arcángel lo sería cuando ni siquiera había tenido más que horas de convivencia. Miles de cosas se trasmitieron en una simple mirada entre Lucifer y Castiel, y su primer movimiento fue pasarle el niño al ángel.

- Aléjame de Jack. – Pidió casi en suplica.

- Benny, las esposas. – Escucharon decir a Dean, mientras todo el mundo comenzaba a movilizarse.

- ¡¿Esposas?! ¿Eres idiota? – Increpó Satán hacia el cazador.

Los que no conocían creerían que era el virus, pero Cas sabía muy bien que solo era su desesperación por apartarse y resguardar a Jack de lo que sea que pudiese hacerle.

- Necesito algo más resistente. – Exigió el arcángel.

- Tenemos una caja Ma'lak. – Sugirió Sam, mientras ayudaba a Rowena con el nuevo caos.

- Excelente.



Aunque entre llantos que no podían ser acallados, Jack fue apartado en brazos de Donna, quien se lo llevó a la cocina.

Dean y Sam retiraron las cadenas y el polvo de la caja que guardaban hacia el fondo de una de las tantas habitaciones del bunker, esperando nunca tener que usarla. Y aunque Castiel estaba a su lado, Lucifer sintió un escalofrió recorrerle la columna al ver esa cosa abrirse. Había estado encerrado antes, pero jamás en un lugar tan estrecho y oscuro como ese.

- No es necesario que la usemos aún... - Intento convencerlo por doceava vez el ángel.

- No estamos seguros de cuan pronto actué el virus en Lucifer, Cas. – Dijo Sam, con ese tono suave que usaba para dar malas noticias.

- ¿Puedes prometerme algo? – Dijo el arcángel, llamando su atención por completo. – Dales la sangre si quieres, pero inmediatamente toma a Jack y vuelvan a casa.

- No, no nos iremos sin...

- Por favor. – Se giró por completo hacia el menor, mirándole directo a los ojos. – Si me liberó de esa cosa, al menos tendrás tiempo suficiente para escapar de mí.

No le importó en absoluto que estuvieran allí presente los Winchester, besó al ángel casi como un adiós. 

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