Redondo problemita.

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Castiel no fue consciente de en qué momento su vientre creció tanto para volverse un problema. Sin darse cuenta, cada día tenía un nuevo contratiempo. Era un hecho que ya no iba a poder agacharse para sacar o poner ropa a lavar, el horno era tan incómodo de abrir, y había dejado las camisas de lado en el último mes. Intentó un millón de veces prender los botones finales de su camisa, pero le fue imposible. Optó por una camiseta, notando que esta hacia un gran esfuerzo por mantenerse cubriendo su estómago. Ante el mínimo movimiento, su ombligo se veía descubierto.

- Prueba con una de mis camisetas. – Recomendó Luci, habiéndose burlado de todos los intentos de Castiel.

- Deja de reírte. – Reclamó el ángel, mientras rebuscaba en la ropa del otro.

- Eres adorable.

A decir verdad, no lo odiaba, sabía que era parte importante del proceso. Con cada mes percibía con más nitidez a su hijo y era algo que no iba a cambiar. Mantuvo la calma cuando se dio cuenta de que ya no podía llegar a la parte superior de las alacenas de la cocina, donde guardaban cosas que nunca usaban. No es que se hubiese encogido, es que su cuerpo ya no podía estirarse más.

Se resignó a que la planta que estaba en lo alto se secará, y poner otra cuando ya no tuviera un niño en su vientre anclándolo al suelo. Entonces, como en esas películas cursis que Satán odiaba, Lucifer le alcanzó aquello que quería con extrema facilidad. El rubio beso su mejilla y se fue riendo suave.

- ¡No te rías de mí! – Chilló para asegurarse de que lo escucharía.

Entonces, llegó un problema real. Escuchó el llanto de Jack, mientras Lucifer y el bebé jugaban fuera. Salió a buscarle inmediatamente y notó como había manchado su pantalón de barro y tenía las manos también sucias y lastimadas. El arcángel buscaba calmarlo pero él solo quería a Castiel.

Fue un desafió que no imaginó agacharse a la altura del bebé y abrazarle. Pero la cosa se acomplejó más cuando intento alzarlo. Lucifer lo vio intentarlo, con su sonrisa divertida ya asomando.

- Dámelo. – Pidió Satán, alzando con extrema facilidad a Jacky. – Te va a hacer daño.

Castiel vio la desilusión en el pequeño rubio, que pronto se transformó en angustia. Jack no entendía porque ya no quería cargarlo, y lo único que imaginaba es que no lo quería más.

- Es momento de decirle. – Susurró Lucifer, mientras se balanceaba y abrazaba al pequeño para que calmará su llanto.

Luego de agotar sus ganas de llorar y consentirlo un poco, sentaron a Jack en el sofá individual de siempre. Por donde iban a comenzar era un dilema, y el nephilim los observaba con atención a ambos, poniéndolos más nerviosos.

- Ok. – Dio comienzo el arcángel. – Jack, tenemos una excelente noticia para darte. – Fingió alegría, que solo hizo al menor fruncir el ceño.

Castiel se adelantó, pensado que esa distancia en la que estaban sentados, solo empeoraría todo. Tomó al pequeño rubio y lo sentó de lado sobre su regazo.

- ¿Puedes sentirlo? – Alentó al pequeño a que acercará su mano a la redonda pancita.

- Es raro, ¿Cierto? – Sonrió Lucifer, sentándose a pies de Cas para acercarse más a ellos.

- ¿Qué 's? – Habló por primera vez en un rato Jacky.

- Es un bebé. – Respondió el arcángel.

- No, yo bebé. – Corrigió, absolutamente confundido.

- Otro bebé, cariño. – Explicó Castiel. – Podrás jugar con él y cuidarlo, será tu hermano.

Jacky pareció sopesarlo, inflando sus mejillas.

- ¿Qué piensas? – Apresuró Luci, aterrado de su silencio.

- ¿Cómo metió ahí? – Señaló el vientre de su padre.

Arcángel y ángel se miraron cómplices, había sido un verdadero desafió meter ese niño allí a decir verdad, pero Jack no necesitaba saber cómo.

- Esa charla la dejaremos para cuando seas adolescente. – Sentenció Satán. 

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