Potencial.

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Gabriel y Lucifer necesitaban descansar, dar tiempo a sus heridas de sanar y a sus gracias de reestablecerse. Haciendo puntas de pie, pero sin soltar la mano de Castiel, Jack observaba a su padre dormir. El ángel lo había llevado para que estuviese tranquilo de que Luci estaría bien.

- ¿Lo ves? – Preguntó Cas, a lo que el niño asintió.

- ¿Duele? – Dijo Jack, mientras estiraba su mano libre, intentando tocar el vendaje en el brazo del arcángel.

- Solo poquito. – Sonrió el morocho, hincándose a la altura del pequeño. – Pronto despertará y volveremos a casa. Pero hay que dejarlo descansar para eso, Jacky.

El nephilim comprendió eso. De la mano de su papá-Cas, salió de la habitación sin objeción. El ángel miró una última vez a las camas de aquel cuarto; podía estar an o más preocupado que cualquiera por su pareja y su hermano mayor, pero no era el momento de demostrarlo.


Entretuvieron al pequeño hijo de Satán con algo de leche y cerelaes, mientras su hermanito dormía en brazos de Sam.

- Creo que es el único bebé que no tendría problemas en cuidar. – Rio el pelilargo.

- Excelente. A Lucifer y a mí no nos vendría mal un día libre. – Aceptó el ángel.

Dean y Bob habían estado organizando a los recien llegados, enconrando un lugar para la mayoría en este nuevo mundo.

- Cas, Sam. – Se escuchó la voz del Winchester mayor desde la sala.

Los susodichos notaron el particular tono de su voz. Cas alzó a Jack y fueron hacia él. Bobby y el rubio estaban a pies de las escaleras; siguiendo sus miradas hacía el fin de la biblioteca, notaron la visita indeseada. Dios.

- Vete. – Interrumpió con su rasposa voz Lucifer, apoyado en el marcó de la puerta junto a su hermano.

Los arcángeles habían sentido la presencia de sus padres y, a duras penas, habían llegado hasta allí. Lucifer y Castiel habían temido por la presencia de Chuck en cuanto cruzaron el portal y relajaron sus respiraciones. Nathan había destruido uno de sus mundos y eso, sin dudas, despertaría la ira de Dios.

- ¿Dónde está el niño? – Dijo Chuck, de esa forma divertida que tenía para hablar.

En cuanto escuchó esas palabras, Castiel se adelantó a Sam, quien cargaba con Nath. Todos se pusieron a la defensiva en cuestión de segundos.

- Hey, solo quiero conocer al pequeño. – Tranquilizó Dios. – No cualquiera destruye un mundo con... ¿Cuánto tiene?

- Ni siquiera sabes la edad de tu nieto, ¿Y pretendes que creamos que solo quieres conocerlo? - Increpó Dean.

- Se supone que debería de haberme aparecido antes. – Admitió Chuck. – He estado algo ocupado, pero el pequeño sí que sabe llamar mi atención.

En un pestañeo, Dios estaba frente a Castiel. Lucifer sacó fuerzas de donde no tenía, caminó a paso firme hasta su padre y se interpuso entre él y su familia.

- Te dije que te fueras. – Amenazó con el carmesí en sus ojos.

Las heridas del arcángel se curaron con la gracia de Chuck, como una muestra de cortesía.

- No quiero herirlos. – Sonó sincero el Dios.

- Dijiste que sí algo pasaba vendrías a por Jack, ¿Qué harás con Nathan?

- ¿Nathan? Es un bonito nombre. – Aduló Chuck. - A decir verdad, viendo su potencial, solo quiero una cosa...

Castiel y Lucifer le desafiaron con sus miradas. No iban a darle nada de sus hijos, mucho menos algo que afectará su naturaleza. Quizás no podían estar seguro de cuan buenos serían, pero eran sus hijos. Jack se escondió tras la pierna de Cas, Nath despertó de su sueño, perturbado por las preocupaciones de sus padres. Ambos niños observaban tan atentos como todo el mundo a Dios.

- Quiero que me permitan entrenarlos. 

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