Buen día en Miami.

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Por supuesto que, como todo entrenamiento, el de Jack tenía sus descansos. Castiel observaba la bonita escena de Chuck uniendo sus manos y, al separarlas, dejar escapar una mariposa. Jack la seguía con la mirada y luego, corría tras ella entusiasmado. Era un dulce y cotidiano momento familiar.

- ¿Cuándo se va? – Preguntó Lucifer, acercándose al ángel, con Nath en brazos.

- ¿Tiene qué? Jack se lo está pasando bien. – Argumentó, viendo el odio en la mirada de su pareja. – Tampoco es tan malo, ¿No?

- Si es malo. – Objetó de mala gana. – Se van a acostumbrar a él, y luego se ira.

Castiel bajo la mirada, entendiendo el punto de Satán. Dio un paso hacia su lado, buscando la cercanía del rubio; y quizás era lo que el otro también necesitaba.

- También siento miedo por los niños. – Admitió Cas, repasando los oscuros cabellos de Nath. – Pero sé que ese no es tu único temor.

Lucifer concentró toda su atención en el ángel, quien había aprendido a leerle en este tiempo juntos. No podía mentirle a él.

- Se ira. – Repitió, convencido de eso.

- No lo sabes. – Insistió el menor. – Y si, la posibilidad existe, pero no estarás solo esta vez.

El morocho se atrevió a dar un paso adelante y depositar un beso casto en los labios de su pareja. Una promesa de seguridad.

- Nunca más estarás solo. – Juró.



No le gustaba repetir una estúpida situación así; sentarse con su padre a discutir algo que sentía decretado. Sin embargo, hizo caso a su pareja y se sentó en las escaleras que conducían al patio. Castiel estaba adentro, sirviendo algo de comer a los niños, pero no significaba que no fuese un apoyo para él incluso en su ausencia.

- Tú nunca lo entenderás. – Habló ante la atenta mirada de Chuck. – Ellos son muy importantes para mí, son parte de mí. Y no voy a permitir que ni tú ni nadie les haga daño. – Sentenció. – Así que, si quieres irte, este es tu momento. No juegues con mi familia.

Dios suspiró. Miró hacia la oscuridad de la noche y asintió como si procesará aquellos dichos de su hijo.

- Nunca fue mi intensión hacerte daño. – Dijo Chuck, interpretando las palabras de Lucifer de la forma en que el arcángel no podía decirlas. – Lo siento. Ellos también son importantes para mí, no quiero herirlos.

Lucifer mordió sus labios, conteniendo una enorme bola de nieve acumulada durante eones. Podía escuchar las voces de su familia dentro, y no quería que nadie rompiera esa hermosa estabilidad.

- Solo quiero una cosa. – Dijo, levantando su dedo índice frente al dios. – Aún si te vas por mucho tiempo, - Respiró, recuperando el aliento. – si Jack o Nathan te llaman, ve con ellos. ¡No me importa si estas en Miami con mil putas, tienes que venir!

Esa exaltación final tomó por sorpresa a Chuck, pero luego se permitió sonreír.

- Juró que siempre acudiré al llamado de mis nietos. – Aceptó el trato. – Incluso si hace buen día en Miami. - Rio. 

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