Obsesión con un ángel.

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Maldijo al estúpido ángel por milésima vez, golpeando suavemente la espalda de Jack en su intento desesperado por calmarlo. Castiel había salido un momento, en busca de más leche, para ese entonces el nephilim dormía profundamente. Pero entonces, despertó de repente, sin tener al ángel cerca comenzó a llorar estrepitosamente hasta aturdir a Lucifer.

- Jacky, cuanta obsesión tienes con ese ángel. – Lamentó, balanceándose de un lado a otro.

Se asomó por la ventana, intentando que el infante prestará atención a cualquier cosa interesante allá afuera, pero a él solo le importaba volver a los brazos de Cas. No tenía como comunicarse con el morocho ahora que su gracia era un suspiro y no sabía su número de teléfono, ni si traía uno encima.

Buscó distraerlo con todas las cosas a disposición en el bolso de bebé, creando un desastre sobre la cama. Sonajas, peluches, biberón, mordedores, nada servía para calmar a Jack, y cada intento lo molestaba más.

- ¡Por mi padre! ¿Dónde está mamá pato cuando lo necesitas?

- Aquí. – Abrió la puerta con tranquilidad Cas, cargando un par de bolsas.

Dejó sus compras con tranquilidad sobre la cama, notando el enorme desastre y dándole su peor mirada a Lucifer.

- ¿Qué hiciste? – Recriminó, tomando a Jack y calmándolo inmediatamente.

- No me mires así. – Señalo al otro. – Es tu culpa por dejarnos solos más de 5 minutos.

De nuevo en brazos del ángel, Jack balbuceaba suave y miraba a su alrededor de ratos a ratos. Estaba tan tranquilo como si aún durmiese, por lo que Castiel se puso a acomodar el bolso de nuevo, como Kelly lo había dispuesto la primera vez que lo hizo. Mientras, el padre hurgó en las bolsas de la compra.

- ¿Qué es esto? – Levantó una especie de vaso.

- Se llama comida y se come. – El otro le miró mal y Cas disfruto su frustración. – Ramen instantáneo, es más fácil de preparar para ti.

- ¿Es rico?

- Se supone.

Lucifer agitó el recipiente cerca de su oído, escuchando el sonido de algo aparentemente crujiente. En la bolsa también había dulces y chocolate.

- ¿Tengo cara de niño? – Elevó una ceja hacia el menor.

- A Gabriel le gustaban, y también solían gustarme los sabores dulces. – Dijo.

Satán abría la primera barra de chocolate mientras el ángel hablaba. Este era dinero que Castiel había gastado sin deber en él, dinero que de otra forma iría a parar a las necesidades del bebé. Quizás era esta falta de gracia, este pequeño roce con la humanidad, pero se sintió un poco obligado a que le gustará porque era un regalo solo para él.

Jack le miró por encima del hombro de Castiel, bostezando a los segundos. Volvería a dormirse enseguida después de su biberón y pasaría a ser acomodado a un lado del arcángel, con la seguridad de que el ángel andaría cerca. Ambos tendrían la seguridad de un ángel cerca. 

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