17. Caoma.

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ERES MI TODO

CAPÍTULO 17.

—Kenia Monasterios—

«¿Por qué nos sentimos mal cuando no tenemos cosas materiales?»

Eso me preguntaba Verónica, y admito que su pregunta me puso a pensar. En ese momento no sabía qué responderle y después de uno minutos algo en mí se encendió; Las personas solemos pensar que podemos llenar los vacíos con cosas materiales que no sirven de nada. Y sí, quizás mi respuesta no sea tan buena, pero me doy cuenta de de que mi madre suele llenar sus vacíos comprando cosas caras y gastando dinero como si nunca le fuera a terminar. Mi madre es una persona vacía.

—¡Hey! ¿Qué pasa? Estás en otro mundo —Verónica me mira—. ¿Te sientes mal?

—No para nada, quedé pensando en lo que me preguntaste hace unos minutos sobre cosas materiales —le digo—. Mejor terminemos de arreglarnos, no nos queda mucho tiempo.

—Te pegó fuerte mi pregunta.

La miro con una sonrisa y seguimos arreglándonos, a Verónica se le ve muy bien el enterizo, le hace ver un cuerpo bastante bonito, aunque ella no es fea. Sus ojos son negros, cabello castaño oscuros, nariz fileña, labios delgados y más alta que yo.

Ya estoy lista.

La ropa que escogí me queda perfecta, me hago una coleta para estar mejor. Esta vez solo apliqué labial color rosa pastel y para rematar me coloqué mis lentes de antes, pero no me quedan mal, al contrario, me veo sexy y eso es una gran novedad para mí que jamás me veo sexy. Terminamos de arreglarnos y justo en ese instante tocan el timbre de la puerta, me asomo por la ventana de mi habitación y efectivamente son los chicos.

—Llegaron por nosotras.

Me quito de la ventana.

—No los hagamos esperar entonces. ¿Señorita, está nerviosa, cierto?

—Antes que todo, no me digas señorita —me doy un último vistazo—. Y sí estoy nerviosa, ese imbécil tiene mucho efecto en mí.

—Hay quienes nos desorden el mundo.

Salimos de la habitación y en la sala nos esperan dos lindos chicos, mi corazón no se acostumbra a Lucas todavía, quiere salirse de mi cuerpo. Siento que late con más fuerza y solo de verlo mi cara se pone tan roja como un tomate. Se ve muy bien, trae jeans azules, camisa blanca, zapatos y su cabello tan rebelde como él.

«Es hermoso, no sé cómo Verónica está tan tranquila con Neftaly».

—Hola —saludo intentando no parecer nerviosa.

«No es momento de ser tímida».

—Hola —responden en unísono.

—Verónica, te ves muy guapa —Neftaly le da una vuelta.

—Gracias, tú igual.

—Bueno, dejen la miel para después y vámonos —espeta Lucas con molestia.

Este chico sí que es seco como el desierto, ni siquiera me dijo que me veo linda o algo. Siempre es de tema, un día me dice cosas lindas y el otro día me ignora y tiene un rollo diferente. En cambio, Neftaly no deja de decirle cosas bonitas y con doble sentido a Verónica, ella no deja de responder con demasiada tranquilidad y eso es lo que necesito: tranquilidad.

Lucas me estresa, así sea que me dé señales de humo para saber si le gusto o lo que dijo que me quería era porque tenía unos tragos encima.

—¿Chicas, quién de ustedes le tiene miedo a las alturas?

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