18. Tristezas

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ERES MI TODO

CAPÍTULO 18.

—Kenia Monasterio—

Llegar a tu casa y que tu madre te reciba con una cara de «te quiero matar», no es que sea tan agradable, pero yo trato de no darle importancia. Mónica cuando está en casa siempre tiene mala cara y todo le molesta. Lo que sí me extraña es que mi papá no esté de acuerdo con ella en lo que hace, él siempre la apoya en todo. Seguro algo pasa entre los dos y no me han dicho nada, bueno, en realidad nunca me dicen nada.

—Hasta que las princesitas se dignan a llegar, ¿qué creen, que esto es un hotel donde pueden llegar cuando quieran?Lo acepto de mi hija, pero no de ti, Verónica. ¿Qué piensas? Que porque tienes el apoyo de mi familia harás lo que se te venga en gana. Pues eso no durará mucho, sirvienta de quinta.

—¿Será que por una vez en tu vida puedes dejar de ser así, madre? —Espeto molesta—. Bien sabes que siempre no fuiste lo que eres ahora, pero sí quieres humillar a las personas que no tienen dinero. ¿Quién te humilló a ti cuando no eras una señorita de sociedad? Nadie lo hizo, y así quieres que todas sean igual a ti y las cosas no son como tú pretendes.

—Cállate, Kenia, no tienes que mencionar nada de mi pasado y menos defender a esta chica que solo es la que ayuda en la casa —me mira. Está enojada—. Sube a tu habitación.

Miro a mi lado y Verónica tiene sus mejillas llenas de la lágrimas.

—Mónica, no tienes que ser tan dura, la niña tiene razón y tú menos que nadie puedes juzgar, sabes lo que hiciste y si estoy contigo es porque te quiero, pero te exijo que dejes de molestar a Verónica, ella no te ha hecho nada.

—Les pido un permiso.

Verónica sale sin decir más nada.

Yo no tengo idea de qué pasa entre mis papás, pero estoy completamente segura de que algo los tiene molesto.

—Pasa algo entre ustedes dos, quiero saberlo —los quedo mirando—. Y tu rabia, mamá, no es porque esté ayudando a Verónica, sino que quieres sacar la frustración.

—¿Qué esperas, mujer? Le cuentas tú o le cuento yo. Decide.

—No me hagas pasar esta humillación con mi hija —la súplica se ve en la mirada de mi madre.

—¿Qué pasó? Tengo derecho a saberlo.

—Tu madre me fue infiel. No le importó una mierda cuando se acostó con otro tipo, ni siquiera pensó en nosotros.

La rabia me está consumiendo y aunque quiero calmarme no puedo, estoy apunto de explotar. Doy unos paso hacia ella y aunque es más alta que yo me da igual.

—Eres una doble cara, siempre ante la sociedad con el qué dirán, pero no te importó tener sexo con otro hombre que no fuera mi padre. Eres una mentirosa, Mónica. Siempre me tenías aparte y mírate, eres una... Tú no mereces a mi madre. Te dio igual cómo se podía sentir mi padre cuando se enterara lo que hiciste, que poco vales.

—¡Me respetas, soy tu madre! —me da una cachetada—. No tienes derecho a tratarme como si tú fueras mi madre. Ubícate que aquí tú eres la hija y yo la madre.

—No tengo por qué hacerlo, desde hoy eres una más en el mundo, no pienses que te llamaré mamá porque no soy hipócrita como tú —me giro a ver a papá—. Y tú, papá, vales mucho para estar con alguien que no te merece.

—No puedo dejarla, apesar de todo la quiero —lágrimas salen de sus preciosos ojos miel—. La amo y no sé vivir sin ella.

No puedo juzgarlo, tienen tantos años viviendo que es inevitable quererla, pero no puede estar con alguien que no lo ama.

Eres mi todo. © [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora