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Monotonía, pensamientos y desveladas

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Monotonía, pensamientos y desveladas. Savannah sentía esa presión en el pecho cada noche, no logró conciliar el sueño en más de una oportunidad, incluso su falta de apetito era un misterio. A diario solía leer Orgullo y prejuicio, solo por el Sr. Darcy, pero su atención era arrebatada por aullidos, a menudo por la noche cuando el reloj está por tocar las doce en punto. Netflix es su salvación cuando ya el sueño es imposible que retorne, las series de comedia son su primera opción, ya que prefiere animarse y así la dolorosa presión en su pecho es casi un soplido.

— Debes venir, mamá quiere que salgas de esa cueva, además es la tradición.

Suspiró y puso el speaker. Su hermano, Dane, insistía por segunda semana consecutiva en que debería asistir al campamento familiar que hacían cada sábado hasta el domingo.

Para Savannah no era el mejor momento, lo único que necesitaba era quedarse en casa.

— No estoy de ánimos, quizás para la siguiente ocasión Dane.

— Nuestros padres te dieron tu espacio Sav, pero tienes que entender que necesitan verte y saber que estás bien, sé que tienes problemas.

Problemas. La independencia no era necesariamente un problema, solo ese constante pensamiento de falta, de sentirse incompleta y no hallar la incógnita de sus dolores.

— Te quiero hermano y a mis padres igual, aunque estos últimos meses no he demostrado, solo necesito... — miro la hora en su celular, casi marcaban las once con treinta — Necesito lograr al menos cerrar los ojos por un par de minutos. Prometo que pensaré lo del campamento, por el momento déjenme tomar un largo respiro, sin llamadas o mensajes.

— ¿Eso quiere decir que visitas sorpresas también están prohibidas? — soltó una breve carcajada al igual que Dane, amaba estos momentos, donde reía y sonreía, él era una de las personas que la conocía y sabía todo sobre ella, y lo que no solo bastaba verla y he ahí la respuesta.

— Te llamaré, de acuerdo, adiós.

— Adiós Sav, cuídate y habló en serio.

Colgó y agarró el cepillo con el que pasó con suavidad por su cabello, pensaba en que sí Dane tenía razón, desde que decidió mudarse de casa no hizo más que evadir a sus padres. Cada llamada o intento de visita era denegada por ella, inventaba excusas como que tenía turno en la cafetería y llegaría tarde o que quedó en ordenar la sala o algún otro pretexto.

— Tal vez no sea mala idea, extraño esos días de armar la tienda y encender la fogata. Además de esos deliciosos malvaviscos, y cantar frente al fuego, mientras papá toca la guitarra...

Sonrió a medias y entró al baño para cepillarse los dientes, pero apenas se acercó a su cama ese dolor causó que chillara. Con esfuerzo agarró su celular y vio la hora, exactamente las doce en punto.

— El aullido... — murmuró. Se acostó y si bien sus dudas eran demasiadas, comenzando por el hecho de que hubiera un animal feroz suelto o si se trataba de una pésima broma de mal gusto de algún vecino estúpido. Pero también se preguntaba que aquejaba al animal, su aullido logró encoger el corazón de Savannah.

Se asomó a la ventana, más no logro ver nada más que autos y los faroles encendidos iluminando las calles. Lo pensó por unos minutos, quizás la falta de sueño alteraba su posibilidad de distinguir la realidad de lo ficticio. Tal vez eso era.

Unida Incondicionalmente al Alfa | Libro 1 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora